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miércoles, 21 de septiembre de 2016

Miedo


La pequeña Lorena ya estaba lista para dormir. Era una niña bastante simpática de apenas ocho años, con su cabello castaño y corto, una piel blanca, y unos ojos oscuros pero con un brillo destacable. Había sido un día bastante cansado pero divertido; fue una tarde más corriendo por toda la casa mientras creaba todo un mundo de fantasía con ayuda de sus juguetes.
Estaba acostada en su cama ya con las sábanas rosadas cubriéndola. La  cama apuntaba hacia la puerta, donde su madre ya se encontraba despidiéndose con un cariñoso y ligero “Buenas noches, bebé” La madre giró el interruptor del foco hasta que la luz de la habitación se extinguió, y se marchó cerrando la puerta detrás suyo. La pequeña ya solo escuchó como su madre se alejaba por el pasillo.
Lorena se quedó contemplando su habitación, le dio un vistazo a sus peluches amontonados a la izquierda, luego a su escritorio a un lado de la puerta lleno de colores y pinturas desordenadas, y por último, observó las repisas llenas de muñecas del lado derecho del cuarto; y así, hasta que el sueño por fin la atrapó obligándola a cerrar los ojos lentamente hasta que cayó dormida tras un tierno suspiro.
La noche transcurrió, y mientras tanto, sin que la pequeña se diera cuenta, cientos de ideas comenzaron a explotar en su imaginación. Varios sueños característicos de la mente de una niña emergieron de su cabeza y comenzaron a flotar por encima de ella como pequeños dibujos de distintos tamaños, formas y colores que terminaban por plasmarse en la pared como una idea viva. No dejaban de brotar... Cada vez era más, y al ya no poder acomodarse en la pared, comenzaban a extenderse por toda la habitación llenando todo hueco, cubriendo el lugar de alegría e imaginación. Pero algo raro sucedió, justo en la pared detrás de Lorena, una sombra comenzó a emerger de entre el concreto, devorando los sueños y apagando la luz que había en ellos. La sombra comenzó a tomar forma, impulsándose con unas enormes garras de unos treinta centímetros; emergía por completo su cuerpo amorfo que parecía estar hecho de una baba totalmente oscura y brillante. Su cabeza se asomó, su mandíbula estaba totalmente separada del resto de la cabeza que parecía flotar o unirse por alguna fuerza invisible, dejando ver a través de su boca; mostraba unos aterradores dientes y unos ojos huecos llenos de lástima y miedo. La criatura al fin salió por completo, no tenía pies, parecía tener una especie de cola fantasmal. Se escuchaban sus agudos y escalofriantes chillidos. Todos los sueños e ideas en la habitación se apagaron con su presencia, muchos cayeron al suelo, y otros resistieron como pudieron.
Lorena reaccionó, comenzó a despertar sintiéndose inquieta, con la sensación de que alguien la observaba y de que corría peligro. Abrió bien los ojos, y apenas hizo eso, sintió a la criatura, la cual soltaba pequeños rugidos que erizaban la piel y provocaban un escalofrío por todo el cuerpo. Subió la mirada llena de miedo, y allí estaba, observándola fijamente. Lorena soltó un fuerte y agudo grito y se aventó huyendo de la cama. Cayó al suelo y volvió a asomarse hacia la pared; la criatura aún tenía los ojos fijos en ella, sin hacer ningún movimiento, solo viéndola, como esperando a asustarla en el momento adecuado. Ella comenzó a arrastrarse hacia atrás sin perder de vista a la criatura, hasta que se topó con la puerta; hubiese intentado abrirla, pero sentía que si se volteaba un momento, la criatura aparecería a un lado suyo, así que solo se quedó pegada a la puerta con la esperanza de que su mamá llegara a su salvación.
La criatura por fin hizo un movimiento, se quitó de la pared y bajó a la cama, convirtiendo su extraña cola babosa en dos grandes y delgadas piernas, que, al igual que las manos, tenían unas enormes garras. Se movía de una forma bastante tétrica, gateando encima de la cama con lentitud y detenimiento, siempre con la mirada puesta en la niña.
Lorena quedó paralizada, esperando en el suelo a que la criatura llegara hasta ella. La vio bajándose de la cama con lentitud, para después seguir arrastrándose por el suelo, intimidándola; con pasos lentos, mientras se escuchaba como sus garras raspaban todo el piso, hasta que finalmente llegó frente a ella permitiéndole ver sus babosas facciones desfiguradas, y esos profundos ojos que plasmaban terror. La respiración de Lorena aumentó, no podía controlarse, solo pensaba en si era real o no. La criatura se acercó a su rostro lentamente, y cuando estuvo lo suficientemente cerca, dijo, con una voz seca, gruesa, y escalofriante: “Yo soy… Miedo” Antes de que Lorena pudiese gritar, Miedo atacó, se lanzó contra ella a la par de un estruendoso grito abriendo su enorme boca, encajando sus dientes en el hombro de la pequeña, haciendo que esta se desmayara instantáneamente.

Lorena despertó. Estaba tumbada en el suelo, justo donde Miedo la había atacado. Abrió los ojos con temor a que la criatura siguiese allí, y al no ver nada raro, comenzó a levantarse con esfuerzo. Todo seguía igual, incluso seguía siendo de noche. No dudó en escapar, seguía sintiéndose en peligro, así que abrió la puerta y salió corriendo por el pasillo, el cual se le estaba haciendo bastante eterno, y se volvía escalofriante cuando tenía esa sensación constante de que la observaban por todos lados. Después de recorrer el largo pasillo oscuro llegó hasta la puerta de la habitación de su madre, tomó la perilla, y dudó un momento en despertarla, pero qué más daba, ¡La había atacado un monstruo! Debía ayudarla. Abrió la puerta de golpe y entró gritando a su mamá para despertarla. No obtuvo respuesta. Se acercó un poco más, y se encontró con que en la cama solo descansaban los bultos de sábanas. Su madre no estaba, ¿Dónde se habría metido? No le quedó más que gritar con todas sus fuerzas, esperando que su madre respondiera desde alguna parte de la casa. Ya no quería moverse, no sabiendo que había una criatura horrible afuera de esa habitación. Se dejó dominar por el miedo y comenzó a sentir un frio abrumador que la inquietaba aún más.
—Tus padres ya no están…—se escuchó con un tono seco y grueso. Lorena volteó a todas partes buscando el origen del ruido y temiendo ver de nuevo a Miedo, pero no había nada, era como si la voz proviniera de todas las paredes pero a la vez de ninguna—, Recuérdalo… Ya no están contigo…—Tras estas últimas palabras la pequeña salió corriendo y fue directo a su cuarto de nuevo. Llegó, azotó la puerta y se recargó en ella asegurándose de que su habitación estaba libre de monstruos… Pero había algo más; en el suelo, era como una pequeña nube gris pegada al piso; Lorena se acercó un poco más, tenía algo dentro… Se movía, había muñecas jugando y tomando el té, era como un recuerdo… No, era su sueño, el sueño de ayer, ella tomando el té con sus tres muñecas favoritas. Observó con más detenimiento, sintiendo como si pudiese entrar, acercó su mano lentamente sin encontrarle algún peligro, y cuando lo tocó, su mano atravesó adentrándose en el recuerdo; se asustó un poco, pero se sentía un cosquilleo relajante;  de repente, el sueño la tomó por completo y la arrastró dentro de él desapareciéndola de la habitación.
Lorena solo vio un destello blanco mientras todo su cuerpo cosquilleaba, y cuando vio de nuevo, estaba allí, sentada en el suelo con sus tres muñecas. Había una jarra de plástico en el centro, y cada una tenía una pequeña taza de té. Lorena ya sabía de que se trataba: Era hora de tomar el té mientras hacían el chisme. Tomó en sus manos la pequeña jarra, y comenzó a jugar sirviendo el té imaginario en todas las tazas. Era una sensación extraña, como si pudiera controlar su propio sueño y estar consciente de ello, de que era un sueño en el que ella misma se había metido. Continuó jugando con sus muñecas, moviendo sus extremidades y platicando con ellas sobre su vida imaginaria de mamá soltera—. ¿Cómo te ha ido a ti con tu hijo Caty? —se dirigía a sus muñecas, para después hacer sus voces agudas, “Bien Lorena, ¡Es muy travieso!” “El mío es MUY educado”  “Yo tengo que amarrarlo a la cama porque si no se me escapa” “Pues mi hijo ya entró a la primaria” —, Pues el mío es el mejor de todos, ya hasta entró a la universidad —le dio un sorbo al té imaginario y enseguida le hizo tomar a sus muñecas. Las trataba con cariño y las peinaba a ratos diciéndoles palabras bonitas y amables.
La hora del té estaba siendo bastante divertida, hasta que su juego fue interrumpido por las luces de la habitación colorida, que comenzaron a parpadear alocadamente acompañadas de un pequeño pitido. El cuarto paso de ser colorido a gris. Lorena volvió al miedo, vio a sus muñecas y las calmó con un “Tranquilas… Todo está bien” Pero para su desagrado, las muñecas respondieron. Una de ellas giró estrepitosamente su cara viendo a la niña con sus penetrantes ojos, y las otras dos abrieron sus bocas plásticas para decir un “Gracias” robótico. Lorena solo dio un brinco hacia atrás, estaba boquiabierta. Los focos que iluminaban la habitación explotaron; Lorena se puso de pie y empezó a escuchar varios murmullos por parte de las muñecas. “Huye…” “Es él…” “Vete lejos…” “Miedo está aquí…” “Te hará daño…” “Ya lo ha hecho…” Eran difíciles de entender, pues todas hablaban al mismo tiempo; pero algo sí que era obvio, debía irse. Las muñecas se movieron nuevamente, todas alzaron sus pequeños brazos y de un tirón señalaron hacia la puerta de la habitación. Lorena se quedó quieta, dudando si moverse o no, pues ya escuchaba los gemidos de Miedo aproximarse por todas partes del cuarto. Cuando ya no veía escapatoria y no encontraba valor para correr, un nuevo sueño apareció en la puerta, cubriendo toda la madera y mostrando el interior colorido. Lorena lo identificó y corrió hacia él, dio un pequeño salto apretando los ojos y funcionó, entró en el nuevo sueño.

Volvió a ver un destello blanco que desapareció lentamente. El ruido y las anormalidades habían desaparecido de nuevo, todo estaba tranquilo. Ahora se encontraba en un bosque, pero no un bosque cualquiera, éste era uno de caramelo. El suelo estaba colorido, con tierra húmeda que al parecer era chocolate y con abundante pasto rosado; los arboles eran brillantes, con hojas rosas y distintos dulces colgando de ellos, como paletas, caramelos, chicles, entre otros. Había rocas de chocolate blanco bastante llamativas; bastones rayados brotando de suelo, algunos más pequeños que un pie, pero otros que alcanzaban más de diez metros; incluso se alcanzaban a ver ríos por los que corrían aguas amarillentas de miel. Todo se veía hermoso y antojadizo. Lorena se dispuso a explorar el lugar toda emocionada, lugar con el que había soñado antes, pero no había tenido la oportunidad de conocerlo por completo, aunque esta vez sí, pues podía moverse libremente como si fuera real. Pero antes de que diera el primer paso, un dolor apareció en su hombro. Se quejó y se retorció un poco; cuando notó que no dejaba de doler, lo inspeccionó, movió un poco su pequeña playera y dejó a la vista su hombro… Estaba destrozado, tenía un gran agujero negro y podrido. Sintió un pequeño ardor, y enseguida vio como las venas que rodeaban la herida comenzaban a saltarse y tornarse de color negro expandiéndose con lentitud hasta llegar por arriba de su codo. Le dio bastante asco y miedo… Si, ahora recordaba, Miedo la había mordido. ¿Qué estaba pasando? Ahora ya no podía dejar de pensar en Miedo, pues precisamente, lo único que sentía era miedo y sin razón alguna, no podía evitarlo ni sabiendo que estaba en un delicioso bosque de dulce. Se estremeció, pero prefirió avanzar y no pensar en que otras cosas feas sucederían. Sostuvo su brazo marcado de venas negras y comenzó a caminar.
Mientras andaba por el lugar, sentía en cada pisada como sus pies se hundían ligeramente en el chocolate; admiraba los distintos dulces que colgaban de los árboles, pensando en cual se veía más delicioso, aunque ella prefería los chicles más que nada, era bastante entretenido masticarlos hasta que se acabara su sabor. Su nariz era atrapada por el constante olor a dulce, pero era de disfrutar.
Después de tanto admirar, llegó a un pequeño terreno despejado de árboles en medio del bosque. Era el lugar perfecto para sentarse y disfrutar de todas las delicias. Corrió y se dejó caer en el centro del terreno, manchándose un poco. Mientras miraba hacia el cielo, arrancó dos puños de chocolate del suelo, los olió un momento, y al comprobar que olía bien, comenzó a echarlo a su boca toda emocionada, manchándose toda la cara; pero valía la pena, en verdad era bueno ese chocolate en forma de tierra.
Ahora estaba bastante relajada, lo suficiente para ignorar un poco el miedo que sentía dentro de ella en todo momento. Comenzó a quedarse dormida, marcando una enorme sonrisa de lo tanto que estaba disfrutando de ese lugar; comenzó a cerrar los ojos, soltó un suspiro, y cuando abrió los ojos nuevamente, un extraño animal la miraba fijamente nariz a nariz. “¡Ahhhh!” Gritó Lorena por la sorpresa. El extraño animal se apartó de un brinco, y Lorena se arrastró hacia atrás intentando verlo. En realidad no parecía malo, era una criatura exótica y simpática. Era un panda, pero no un simple panda, este era tan pequeño como un perro y además estaba choncho, con unos ojos azules, un cuerno de unicornio en su frente, y una cola de caballo. ¡Ahora recordaba! Era su criatura favorita, la que había creado en su imaginación mucho tiempo atrás, a la que había nombrado: Pandicornio—. Tú… ¿Eres un pandicornio? —quiso asegurarse mientras lo veía llena de curiosidad.
¡Claro que sí! —respondió el animal—, Tu me creaste, deberías saberlo.
—Si… ¡Sí! —Corrió a abrazarlo con emoción tumbándolo en el suelo. El pandicornio también se alegró. Para Lorena era bastante suave y cómodo—. ¿Cuál es tu nombre?
—Yo me llamo Cero —se separaron, Lorena se quedó de rodillas a su lado.
— ¿Cero?
—Sí, y él es Uno, y Dos, y Tres, y Cuatro… —mientras nombraba a más, montones de pandicornios comenzaron a salir de entre los árboles y las ramas, rodeando a Lorena y a Cero con sus movimientos finos y divertidos—… y Veinte, y Veintiuno, y…
—Ya entendí, ya entendí —quedó maravillada con lo que había a su alrededor; sus ojos admiraban cientos de sus criaturas favoritas saliendo de todas partes. El lugar se había llenado de vida.
—Bueno si, de todas formas que pereza presentarlos a todos.
Lorena comenzó a girar con los brazos extendidos, elevando su cabeza al cielo y disfrutando de la compañía de los pandicornios y del delicioso ambiente de caramelo. Su mundo se envolvió en felicidad, y todos los pequeños seres la acompañaron brincando y dando vueltas de un lado a otro mientras reían y gritaban.
De pronto, Lorena volvió a sentir aquel dolor tremendo en su brazo, se dejó caer al suelo abatida y su sonrisa se convirtió en una mueca de sufrimiento. Los pandicornios detuvieron su juego de inmediato, todos se quedaron quietos, asustados por la chica, y Cero fue el primero en acercarse a ella, que ya sostenía su brazo marcado de venas negras.
— ¡Rayos y centellas! —exclamó Cero—, ¿Qué le ha sucedido a tu brazo? —acercó su cuerno acariciando a Lorena.
—Yo… Yo...
Antes de que Lorena pudiera explicar, Cero olfateó su brazo con delicadeza, hasta que dio con el problema—. Pero si es… —el resto de pandicornios se acercaron en círculo mientras murmuraban cosas como “¿Qué es?” “¿Qué pasó?” “¿Está bien?” “Dilo” “¿Alguien quiere caramelos?” Todos tenían expresiones demasiado dramáticas, especialmente Cero—, Es… Miedo —todos se impactaron a excepción de Lorena, que ya lo sabía desde antes—, Te… ¿Te ha atacado Miedo, pequeña?
—Me ha mordido…
—Si… Te ha marcado.
— ¿Qué? ¿Pero que me está pasando?
—Niña… ¡Te has infectado del miedo!
La noticia, aunque no la entendía bien, la estremeció—. ¿Qué? ¿Qué me va a pasar?
—Poco a poco el miedo consumirá todo tu ser… Tus venas se pondrán negras hasta llenar cada rincón de tu cuerpo… Y cuando eso pase, tú… Tú…
—  ¡¿Yo qué?!
—Morirás… —puso una cara de angustia.
Lorena ya no dijo nada más, bajó la cabeza llena de miedo y tristeza. Todos los pandicornios la rodearon mientras algunos la acariciaban con consuelo. Lorena comenzó a llorar, y sus lágrimas cayeron encima del chocolate—. Vamos, anímate… —dijo uno de los animales, pero no le hizo caso alguno. Otro pandicornio apartó a la multitud y se acercó hasta ella—. Calma… Mira, un chicle siempre viene bien —le ofreció una bola de chicle azul a Lorena. Ella alzó un poco su carita llorosa, se lo quedó viendo un momento al chicle, y lo tomó de la pata del pandicornio—, ¡Gózalo!
—Espera… Pero hay una salvación —interrumpió Cero.
Lorena esperó para comerse el chicle y puso atención—, ¿Salvación? ¿Me puedo salvar?
— ¡Sí! —todo mundo se alegró—, Tienes que buscar.
— ¿Buscar?
—Si… Busca aquello que te haga más feliz que nada en tu vida.
— ¿Qué? —se llenó de dudas—, ¿Dónde voy a buscar? ¿Cómo? ¿Y si no sé qué es?
—Busca, busca.
—No sé cómo —puso cara de berrinche.
— ¡Niña! Estás en un sueño… ¡Tu viajas por sueños! Solo tienes que pensar un poco.
— ¡Es verdad! Pero… ¿Cómo voy a encontrar el sueño indicado?
—Pues… —a punto de explicar, un temblor apareció agitando el lugar de un lado a otro y sacudiendo los árboles tirando todos sus dulces y hojas al suelo. Todos los pandicornios se alteraron y muchos comenzaron a moverse desesperadamente y a gritar.
— ¿Qué está pasando? —el miedo volvió a Lorena.
Cero volteó a todas partes apreciando el desastre—, Es él…
Lorena supo que se refería a Miedo, su perseguidor. De repente, su herida en el hombro comenzó a doler y el escalofrío del miedo apareció en su brazo. Cero se le quedó viendo, impactado—. Si, definitivamente es él… ¡Se acerca! Puedes sentirlo —era verdad, lo sentía, su brazo cada vez dolía más y el miedo aumentaba.
El resto de pandicornios se dispersó y comenzaron a treparse en los arboles y a rodear el lugar buscando a la terrible criatura mientras luchaban contra el temblor. De pronto, el bonito y llamativo cielo rosado cambió a un tono rojo, convirtiendo el ambiente en algo oscuro y seco. Aparecieron varias corrientes de aire que arrastraban los dulces y alteraban aún más la situación.
— ¡Está convirtiendo tus sueños en pesadillas! —dijo Cero, teniendo que casi gritar para ser escuchado.
— ¿Qué? ¡No!
—Tienes que huir… ¡Huye!
—Pero… ¿A dónde?
Se escuchó un fuerte golpe en todo el bosque, seguido del escalofriante rugido de Miedo, que sonaba con eco en todo el lugar. Todos miraron hacia arriba, confundidos y atemorizados.
Lorena volvió a bajar la vista, y el chicle que había en sus manos se convirtió en un asqueroso ojo humano, vio como este se movió para mirarla, y lo arrojó lejos, asqueada.
Cero pensó un poco, y siguió explicando—. Los sueños, tienes que irte a otro sueño.
— ¿Cómo? —comenzó a llorar.
— ¡Son tus sueños! ¡Tú puedes crearlos!
De repente, la voz de Miedo apareció en un eco—, Ya vine por ti…
— ¡Solo concéntrate en algo!
—Solo quiero que mi papá me proteja —lloró con intensidad.
— ¡Eso es! ¡Piensa en tu padre!
De repente, varios pandicornios salieron volando de los árboles, para después ser convertidos en humo negro que se iba con el viento. Los rugidos de miedo aumentaron, y varios pandicornios comenzaron a huir.
—Ya está aquí… Huye, ¡Huye! —obligó a Lorena a ponerse de pie sin importar cuánto lloraba. Ella, llena de miedo, obedeció, se dio la vuelta y comenzó a correr dejando atrás a los pandicornios, que estaban siendo atacados por la criatura, desapareciendo uno a uno. Lorena ya solo vio a Cero posicionándose para atacar esperando a que Miedo le diera cara.
Lorena se adentró en el bosque, corriendo entre los árboles tan rápido como podía, comenzando a secar sus lágrimas y luchando contra el dolor en su brazo y por no quedar paralizada por el miedo. Mientras más avanzaba, peor se volvía el lugar, los árboles se secaban, los dulces se convertían en cosas horrorosas como ojos, lombrices, arañas, entre otras muchas cosas, que comenzaban a dispersarse por todas partes. Lo bello y delicioso se había convertido en horrible y asqueroso.
Mientras huía, vio al suelo de chocolate que ahora parecía secarse y convertirse en tierra sin más; pensó en lo tanto que deseaba que todo terminara, volver a casa, ver a su madre, o a su padre… Su padre, que ahora no estaba con ellas en casa, se había ido a un viaje de trabajo a un crucero, así que tenía tiempo sin verlo… Lo extrañaba, y lo necesitaba más aún en ese momento. Sorprendentemente, una nube un poco más grande que su tamaño apareció a unos metros frente a ella. Se estaba creando un nuevo sueño mostrando su interior colorido. Lorena recuperó los ánimos, corrió más rápido, ya cansada y con poco aliento, acercándose cada vez más al sueño, era su salida, era libre, huiría de Miedo… Algo la tomó por el pie y la hizo tropezar, golpeándose fuertemente. Lorena se quejó, vio detrás, y era una espantosa araña gigante, quizá del tamaño de un gato. Lorena se arrastró evitando a la araña, pero esta mostraba sus peludos colmillos lista para apresar a la niña. Los ojos del insecto eran asquerosos, eran demasiado grandes y penetrantes. Varias arañas comenzaron a descender tejiendo sus telarañas desde los árboles secos, rodeando a la pequeña. Pensó que era el final, que sería devorada por cientos de arañas gigantes y que no volvería a ver la realidad, pero Cero apareció heroicamente, arrojó a la araña con su cuerno azotándola contra un tronco. Las demás arañas se posicionaron y amenazaron a Cero con pequeños chillidos. El pandicornio se reunió con Lorena y le dio caricias animándola a ponerse de pie—. Vamos ¡Levántate! ¡Entra en el sueño! ¡Yo las detengo! —Lorena dudó un momento, pero finalmente aceptó, evadió a las arañas y siguió corriendo hacia el portal. Cuando llegó frente a él, contempló el interior, era… ¡Era el crucero de su padre! Estaban en medio de una divertida fiesta dentro del barco, y seguro que él estaba entre toda esa gente. Antes de entrar, vio una vez más a sus espaldas; Cero estaba combatiendo a las arañas, intentando atacarlas con su cuerno y evadiéndolas con empujones, llevaba la victoria, las estaba humillando, pero cada vez llegaban más y más, Lorena comenzó a preocuparse. Cero resistió con valentía, hasta que una araña se asomó por su espalda y encajó sus colmillos en el lomo; la cara de Cero se enfrió por completo, quedó neutralizado por el veneno, viendo fijamente a la niña con unos ojos llenos de inocencia,  hasta que todas las arañas se arrojaron contra él para acabarlo por completo. Lorena sintió un terrible dolor en su pecho, la escena la dejó demasiado impactada, pero ya no podía hacer nada por él, así que antes de que ella también fuera víctima de la pesadilla, agradeció al pandicornio dentro de su mente con todo su ser, y brincó al portal que la llevaría al siguiente sueño, donde esperaba poder encontrar cobijo con su padre.

Lorena abrió los ojos. Recuperó el sentido poco a poco. Notó que estaba en un lugar bastante oscuro, tanto el piso como las paredes estaban hechas de madera, y todo lleno de humedad; se sentía como todo el lugar se balanceaba ligeramente causando un poco de vértigo, se escuchaban corrientes de agua en el exterior, y  ella estaba sentada detrás de unos barrotes de metal… Si, se dio cuenta de que estaba encerrada en el interior de un barco. Definitivamente ese no era el crucero de su padre. Observó su alrededor, todo estaba lleno de barriles, cajas, costales, redes, basura, y no solo eso, sino que también había una celda más a un lado de la suya. Se asomó un poco, esperando encontrarse algo interesante; y así fue; dentro de aquella celda, había tres pequeños acurrucados en una esquina, eran dos niños y una niña. Estaban llenos de miedo, temblorosos, con sus ropajes todos sucios y descuidados. Lorena se acercó a los barrotes, preocupada, intentando llamar su atención—. Psst, oigan —los niños voltearon llenos de inseguridad—, ¿Qué está pasando? —no respondieron, se concentraban en temblar—, ¿Quiénes son? —seguían sin hablar—, Díganme algo —Lorena fue atrapada por la angustia.
—Nos atraparon —por fin dijo uno de los niños, pero sin atreverse a mirarla.
—Seremos su alimento —le siguió la niña.
— ¿Su alimento? —confundieron a Lorena.
—Si… Esos piratas… ¡Nos van a devorar en cualquier momento!
Antes de que Lorena pudiera decir algo más, el miedo la dominó de nuevo, y su marca comenzó a extenderse aún más; sus venas fueron tornándose de negro mientras se extendían; Lorena se dejó caer al suelo quejándose del dolor, hasta que la extensión se detuvo llegando al otro hombro.
Uno de los niños notó que Lorena no se levantaba y solo se abrazaba a si misma respirando con dificultad; decidió ponerse de pie y atenderla—. Oye niña, ¿Estás bien? —se acercó a los barrotes para verla lo más cerca posible.
Lorena dejó de quejarse cuando lo escuchó, tomó un respiro, y respondió con esfuerzo—. Si… Creo que si —luchó consigo misma.
— ¿Qué te pasó?
—Dejémoslo en que es miedo… —Comenzó a recuperarse, hasta que estuvo lo suficientemente bien para sentarse y volver a preocuparse por la situación—. Estamos… ¿En un barco pirata?
—Si… ¡De unos horribles piratas!
—Tenemos que salir de aquí…
—No podemos… ¡Estamos perdidos!
Lorena pensó un momento, buscando algo cerca que los ayudara a abrir las celdas o quizá alguna salida alternativa, pero por más que intentaba, no hallaba ninguna opción, hasta que recordó las palabras de Cero. El pandicornio le había dicho que eran sus sueños, ella podía viajar en ellos, ella podía controlarlos. Quizá aunque miedo ya estuviera convirtiéndolo todo en pesadilla, ella aún podría tener cierto control en ellos.
Mientras los niños de la otra celda esperaban, ella se concentró; pensó solamente en las celdas, en lo tanto que deseaba quitarlas y ser libre, y recordándose siempre que ella tenía el control de su sueño, ella podía deshacer las rejas, ella podía deshacer las rejas, ella podía, ella podía… Y lo consiguió; los barrotes de metal comenzaron a derretirse frente a sus tensos ojos de concentración, hasta que el metal desapareció por completo y quedó una salida disponible. Los niños quedaron sorprendidos, tenían la boca abierta—. ¿Cómo has hecho eso?
—Es mi sueño —salió de su celda, y se dirigió a los barrotes que encerraban a los otros pequeños. Tomó con sus pequeñas manos el metal, concentrándose para repetir el mismo truco—. Tranquilos, los voy a sacar de aquí —sus rostros se iluminaron, estaban admirando a Lorena. Comenzó a visualizar las rejas derritiéndose, pero justo antes de que hiciera efecto, una baba negra y viscosa apareció sobre los barrotes cubriéndolos de inmediato; Lorena retiró sus manos siendo alcanzada por un poco de la baba. Todo mundo se asustó. Lorena contempló su mano, que estaba siendo infectada; las venas de su mano se tornaron negras, y se extendieron uniéndose con las del hombro hasta cubrir por completo el brazo. Lorena soportó el dolor hasta que desapareció, e ignoró un poco el frio miedo que sentía cada vez que se extendía la infección, preocupándose más por los niños—. Rayos… Es Miedo —tenía que encontrar otra forma de sacarlos. Comenzó a ver a todos lados con desesperación, arrepintiéndose de estar allí, o de no haber pensado en otro recuerdo al momento de escapar, hasta que a su mente vino la razón de su sueño: Su padre. Eso es, podía buscar a su padre, él los ayudaría. Puso la cabeza en alto—. Voy a buscar ayuda.
Los niños se sorprendieron, especialmente la niña, que finalmente habló—. ¿Qué? ¡No! ¡No puedes salir!
— ¡Te van a comer! —le siguió otro niño.
—No, tranquilos. Voy a traer a mi padre y… Y él nos va a sacar de aquí.
— ¡No lo hagas! —uno de ellos corrió hacia los barrotes babosos, pero Lorena lo detuvo.
— ¡No! ¡No toquen las rejas! —se quedaron paralizados—. Tranquilos… Tranquilos, voy a volver —no los vio muy seguros, pero no tenía otra opción. Ellos ya no dijeron nada, así que se armó de valor, sobó un poco su mano afectada y se dispuso a salir por la escotilla que se encontraba al otro lado de aquella especie de prisión.
Lorena se asomó por la escotilla. El ambiente era muy tenebroso, el cielo estaba muy oscuro y las aguas del mar tenían un brillo verde. Se asomó un poco más, viendo que había cientos de piratas brincando, bebiendo, riendo y cantando por todas partes. El ambiente podía parecer divertido, pero los piratas eran terroríficos. Eran calaveras, eran puros esqueletos vivos con vestimentas de piratas viejos, con sus sombreros rotos y sus espadas oxidadas. Lorena salió por completo a la cubierta, cerrando con cuidado la escotilla. Si en un principio ese era el crucero de su padre, entonces debería de estar por algún lado, así que comenzó a buscar, adentrándose en la bola de esqueletos festivos. Por ahora estaba pasando desapercibida, caminando con sumo cuidado y agachando la cabeza, evitando chocar con alguien, hasta que uno de los esqueletos la sorprendió y la tomó por el cabello elevándola hasta tenerla frente a su cráneo—. Pero ¿Qué tenemos aquí? —era muy extrovertido, pero no dejaba de dar miedo.
Lorena solo se retorció intentando librarse, pero era imposible—. ¡Bájame!
—Oh… Lo siento ¿Te estoy molestando? Acabemos con esto rápido —se dirigió al resto de la tripulación—, ¡Chicos! ¡La cena ya está aquí! —todos los esqueletos voltearon emocionados dejando a un lado su fiesta. Lorena reaccionó, y cuando el esqueleto volvió a verla, ella picó sus dos ojos huecos, consiguiendo que la soltara de inmediato para sobarse. Aprovechó para salir corriendo entre la multitud—, ¡Agh! ¡Mis ojos! —se quejaba mientras se retorcía—, ¡Atrápenla! —todos hicieron caso, voltearon hacia donde se había ido la niña y comenzaron a correr en su búsqueda—. Un momento… Pero si yo no tengo ojos.
Lorena se escabulló por debajo de las piernas esqueléticas, esquivando cientos de manos que intentaban atraparla. Estaba a punto de salir de la multitud, y un esqueleto se interpuso frente a ella sacando su afilada espada—. Hasta aquí llegaste niña —preparó su espada para partir a la pequeña en dos, pero Lorena se abalanzó contra él, lo tacleó y sacó volando todos sus huesos. El camino ya estaba libre, siguió corriendo y se apresuró a subir unas escaleras que la llevaban a la parte más alta del barco, donde se encontraba la cabina. Los esqueletos detrás de ella que luchaban por alcanzarla gritaban desesperados y con diversión “¡Atrápenla!” “¡Es mía!” “¡No! ¡Es mía!” “¡Yo quiero la pierna!” “¡Que suculento!” Pero Lorena intentaba ignorarlos, siguió corriendo hasta que alcanzó la puerta metálica de la cabina, pero estaba cerrada, no encontraba como abrirla. Los esqueletos se acercaban a ella con pasos lentos mientras estiraban sus brazos pareciendo hipnotizados. Lorena empujó la puerta una y otra vez, luchando por poder abrirla, pero sus pequeñas fuerza no funcionaban. Justo en su último momento de desesperación, cuando los piratas ya se encontraban a unos pasos de apresarla, la puerta se abrió, y una mano esquelética la jaló al interior sellando a tiempo la puerta para que los esqueletos ya solo se azotaran contra ella aclamando a la niña.
Lorena gritó al ser arrojada al interior. Se quedó en el suelo intimidada por el esqueleto que la había atrapado, pero cuando éste se acercó más y pudo apreciarlo, se dio cuenta de que era bastante tranquilo, y de que tenía un rostro huesudo bastante amigable. No fue hasta unos segundos después que reconoció quien era en realidad—. Pa… ¿Papá?
—Hola Lorena —habló con serenidad.
— ¡Papá! —Lorena se aventó a abrazarlo con cuidado de no romper sus huesos— Al fin te encuentro —le demostró demasiado cariño. Al fin se sentía segura junto a él.
—Calma, ya estamos juntos pequeña.
—Pero… ¿Qué te ha pasado? —se separó de él para contemplar su cuerpo esquelético.
—Yo… No lo sé, todo cambio de repente… Pero no me tengas miedo ¡Por favor!
—No te tengo miedo papá —le sonrió con cariño, aliviando a su padre, que puso su mano sobre su cabeza acariciando su cabello.
Lorena interrumpió el tierno encuentro recordando a los pequeños niños que se encontraban encerrados dentro del barco—. ¡Papá! Tienes que ayudarme.
—Lo sé… Tranquila, vamos a salir de aquí.
— ¡No! Hay alguien más… Tenemos que sacarlos.
— ¿Alguien más?
—Tres niños… Están encerrados abajo.
—Bien… Los vamos a sacar —respiraron un momento—. Bien, tú ven detrás de mí.
—Espera —el padre se le quedó viendo, confundido. Lorena se concentró, fijó sus ojos en su papá, y controló el sueño hasta crear una hermosa espada encorvada llena de filo que apareció en las manos de su padre.
— ¿Qué? ¿Cómo has…?
—No importa… ¡Vamos!
—Bien… —su papá alzó la espada, y se acercó a la puerta de la cabina donde los piratas seguían golpeando del otro lado. Se preparó para abrir y comenzar un combate—. A las de tres, hija —Lorena se puso detrás de él—, Una… Dos… ¡Tres!
Su padre abrió la puerta, arrojó a los piratas que la golpeaban, y salió con valentía, luchando contra los siguientes esqueletos. No era complicado, solo los esquivaba de uno en uno y después los atravesaba con su espada desplomando todos sus huesos. Lorena avanzó detrás de él, se movieron poco a poco, se detuvieron en las escaleras y su padre arrojó de una patada a uno de los esqueletos, provocando que todos se cayeran en montones. Bajaron rápidamente los escalones, y el hombre siguió luchando con valentía— ¿Dónde están los niños? —le preguntó a su hija mientras seguía repartiendo espadazos.
—Abajo… ¡Debajo de la escotilla! —le señaló de inmediato. Su padre se distrajo al voltear, siento golpeado en el cráneo con la espada de un pirata. Resistió, pero más esqueletos lo rodearon comenzando a repartirle golpes.
— ¡No! ¡Papá! —Lorena quedó apartada viendo como su padre desaparecía entre la multitud y escuchando por último sus gritos de auxilio. Lorena comenzó a derramar unas cuantas lágrimas, sufriendo por ver a su padre alejarse de esa forma, sintiendo un enorme vacío en el pecho al pensar que perdería a su padre.
Afortunadamente todo se detuvo en un instante con la aparición de unos pequeños suspiros. Todo mundo en el barco se quedó inmovilizado, incluida Lorena. Los suspiros se convirtieron en lamentos, aumentando cada vez más su volumen, hasta que los niños aparecieron como 3 seres fantasmales, emergiendo desde el suelo de madera, con unos cuerpos oscuros, y unos rostros pálidos y ojos derramando babosa negra.
— ¿Qué se siente Lorena? —dijeron los niños fríamente mientras sus cuerpos se mezclaban formando otro ser.
— ¿Qué? ¿Qué está pasando?
—Soy yo… Pequeña —la voz de Miedo estaba tomando forma a la par de que los niños ya eran una masa babosa y oscura formando sus extremidades lentamente hasta que se convirtió en Miedo.
—No…
Miedo gateó lentamente hasta que se detuvo detrás del padre de Lorena; ella solo veía aterrorizada mientras Miedo se ponía de pie y tomaba al hombre esquelético por el cuello con sus finas garras.
— ¡No! ¡Déjalo en paz!
—Oh… Lo siento, ¿Éste es tu papi? —la intimidó un buen rato dejando sus garras sobre su padre, hasta que fue suficiente y lo soltó, pero antes de alejarse, pasó sus manos sobre la cabeza del hombre y enseguida éste cambió a una postura robótica, y el vacio de sus huecos ojos se tornó de rojo—. Ya no tienes escapatoria… —Miedo se alejó, dejando que los piratas volvieran a estar en movimiento, pero esta vez, yendo hacia la niña. Lorena notó que su padre ahora también se movía junto a ellos para atacarla.
— ¿Papá? —no obtenía respuesta—, ¡Papá! ¿Qué te sucede? —Lorena no quería aceptar que su padre esquelético estaba bajo el control de Miedo—, ¡No! —comenzó a retroceder mientras más se le acercaban, hasta que chocó con los barandales que limitaba el barco. Ya no veía escapatoria.
Su padre, sin dejar de ir hacia ella, habló con esfuerzo—. Hija… Huye… No puedo evitarlo
— ¿Papá? ¡Vas a estar bien!
—Huye de mí… No quiero hacerte daño…
Lorena sabía que debía huir, pero ya no había a donde, al menos que…. Se asomó fuera del barco, contemplando el mar, pensando si era una buena idea saltar, aunque se ahogaría finalmente.
—Busca a mamá… —los esqueletos ya estaban demasiado cerca.
—Papá… —volteó a verlo nuevamente mientras se aferraba al barandal.
—Salta… Ya no puedo resistir.
—No… Papá… —vio una vez más al mar, y notó que un sueño se estaba reflejando en el agua, se estaba creando un nuevo portal.
— ¡Salta! —su padre cambió su rostro de forma macabra y se abalanzó contra ella. Lorena ya no dudó más, se trepo en el barandal y saltó justo antes de que las manos de su padre y del resto de esqueletos la apresaran. La pequeña cayó al portal justo al momento de impactar con el agua, escapándose a otro sueño, donde esperaba encontrar a alguien más con la esperanza de que la salvara: Su madre
Lorea apeas sintió el golpeteo del agua, cuando abrió los ojos, ya se encontraba acostaba boca arriba en tierra firme. Ya estaba dentro de otro sueño, pero no parecía nada agradable.

El cielo era muy, muy oscuro, con un tono verdoso y rojo a la vez. Se movió un poco, y se sentó. El suelo era muy rocoso y seco, pero eso no era lo más importante, estaba sentada en una pequeña isla rocosa que flotaba en un espacio infinito lleno de un vacio verdoso y tenebroso. Había cientos de islas flotando por doquier, unas más grandes que otras, en diferentes alturas y distancias. Lorena notó que algunas islas tenían edificios o casa encima, otras solo tenían calles o avenidas marcadas pero con el camino incompleto. Le encontró forma, era la ciudad donde vivía, solo que destrozada y separada en varias islas que ahora flotaban en un universo extraordinariamente siniestro. Si esa era la ciudad, entonces… Su casa debería de estar en alguna parte, y en casa, su madre. Se puso de pie, motivada por encontrar a su mamá. Pero antes de continuar, inspeccionó su abdomen, que comenzaba a arder. Estaba cubierto por las venas negras, en realidad, ya todo su torso estaba cubierto. Toda la parte superior de su cuerpo ya estaba infectada por el miedo, y comenzaba a extenderse hacia las piernas. Se quejó del asco y el dolor que le provocaba. Ahora tenía un frio constante que le implantaba temor, pero ignorándolo, caminó hacia la orilla de la isla para contemplar el lugar y encontrar la isla más cercana.
Había una isla justo debajo de donde ella se encontraba. Quizá podría saltar, de todas formas no se rompería las piernas, pues sentía como la gravedad en ese lugar era tan baja, que caería como una pluma.
Se armó de valor y saltó; cayó rápidamente, pero sin fuerza, solo se dejó aterrizar con un poco de peso cayendo perfectamente de pie. La isla estaba exageradamente pequeña, no había nada en ella, solo roca seca. Desde ahí podía saltar sin problemas a la siguiente isla que estaba justo en frente, un poco más arriba. Retrocedió para tomar impulso, corrió y saltó, cayendo sin problemas. Esta isla ya era algo grande, en ella se hallaba una pequeña casa de tejas. Lorena no pudo identificarla, debía seguir avanzando hasta orientarse y saber dónde estaba su casa.
Con más motivación, comenzó a brincar de isla en isla, la mayoría pequeñas, y otras que solo tenían alguna casa o edificio en ruinas. Se impulsaba, corría y brincaba con un pequeño quejido de esfuerzo, una y otra vez, sin encontrar nada útil. Finalmente se detuvo al brincar en una isla donde apenas cabía ella. Se mantuvo quieta para no caerse al vacío, y contempló su alrededor. Se estaba ubicando, varias islas tenían edificios y locales que ella ya podía reconocer; eran lugares que había visitado con su madre, solo que dispersos. Brincó a la siguiente isla un poco alejada, pero no logró aterrizar, estuvo a punto de caer y se sostuvo firmemente de la roca. Los brazos le dolían horriblemente por la infección, pero resistió y escaló hasta subir por completo. A partir de allí, recorrió la isla admirando el local, un local de zapatos donde su mamá adoraba comprar. Pero la tienda estaba destrozada, sucia, abandonada… Daba malas sensaciones, así que siguió recorriendo la isla hasta que llegó al límite, donde siguió saltando de isla en isla mientras contemplaba los locales y reconocía las calles incompletas.
Por fin estaba orientada, ya sabía hacia donde estaba su casa, tan solo debía saltar a la siguiente isla, la más grande de todas, que contenía varios edificios y casas, siguiendo una calle recta que seguramente llevaba hasta donde quería. Se impulsó por última vez y saltó. Cuando cayó en la isla gigantesca, sintió una terrible presencia, un ambiente pesado y desagradable. Pero no iba a detenerse por ello, ya estaba acostumbrándose a esas sensaciones.
Comenzó a recorrer la calle con cuidado, vigilando sus lados, siendo intimidada por el mal estado de las edificaciones. Sentía que la observaban desde cualquier ventana, y de que alguien la seguía justo por detrás, acercando sus manos lentamente, pero ella sabía que no era nada.
Una voz apareció en toda la isla—. Ya estoy aquí… —se trataba de Miedo, ya había llegado al sueño. Lorena aumentó el paso—, Ya no intentes escapar… —la isla comenzó a temblar, causando grietas por todas partes. Lorena caminaba cada vez más rápido, viendo como todo se tambaleaba. Finalmente vio su casa rústica al final del camino, un poco lejos aún, separada en otra isla. Comenzó a correr, y Miedo la intimidaba a palabras, mientras alteraba cada vez más el sueño. Los edificios comenzaron  a derrumbarse a los alrededores de Lorena; ella sentía como estaba a punto de ser aplastada por cada uno de ellos mientras más caían por detrás. Las grietas dominaron toda la isla, que comenzó a destrozarse desde un extremo y avanzando rápidamente hacia Lorena, volviendo polvo la isla. Corrió con todas sus fuerzas, llorando por soportar el miedo y el dolor que había dentro de ella. No quería ver el desastre que la perseguía, solo quería ver al suelo hasta… Hasta que tuvo su casa frente a ella. Alzó el rostro, la casa estaba en una pequeña isla a unos cuantos centímetros. Lorena vio atrás un momento, y apreció como todo se desplomaba junto con la isla, a punto de alcanzarla; así que saltó y cayó frente a la puerta de su casa, viendo como la isla gigante se volvía pedazos y caía al vacio con un horrible estruendo.
Se sintió aliviada, pero la cosa aún no terminaba. Se puso de pie y tomó la perilla de la puerta; abrió lentamente. Tras el rechinido de la puerta, observó su casa un poco cambiada. Solo había un pasillo oscuro con todas las habitaciones a los lados. Si su madre estaba en casa, la encontraría en su habitación, ¿Cómo adivinar cuál de todas las puertas que veía conduciría al cuarto de su madre?
—Si tú lo quieres, bienvenida… —Dijo Miedo desde todas partes.
Lorena sintió de nuevo la infección extenderse, y se retorció cayendo de rodillas, mientras el miedo ya recorría sus piernas rápidamente llenando a la pequeña de horribles sentimientos y dolor. “Se fuerte, se fuerte” Se repetía a ella misma, pero la infección ya estaba tan grave que le costaba concentrarse y saber que lo que sentía no era real. Tenía ganas de hacerse bolita en el suelo y llorar desesperadamente esperando el final, pero su madre era su motivación, su salvación, su madre podría ayudarla, su madre podría sacarla de esa horrible pesadilla… Así que soportó el dolor y se puso de pie nuevamente sin poder evitar hacer muecas.
Comenzó su recorrido por el pasillo. Las luces se alteraron, parpadearon constantemente y después estallaron; Lorena no se detuvo, vio al suelo y continuó. Dos puertas a su lado se abrieron de golpe, y de ella salieron dos juguetes móviles andando por el pasillo, un mini triciclo con un bebé y un carro deportivo. Comenzaron a rodear a Lorena mientras hacían escándalo con luces y sirenas. Lorena avanzó sin importar nada. Se dio cuenta de que mientras más avanzaba más largo se volvía el pasillo, pues ya no le veía el final. Todas las puertas comenzaron a azotarse escandalosamente, y tras varios pasos más, emergieron varias voces de los oscuros cuartos detrás de las puertas; había cientos de mormullos y gritos que le hablaban a la pequeña, pero no se lograba entender nada. Comenzó a entrar en pánico, la tensión aumentaba cada vez más; caminó lo más rápido que pudo, siendo perseguida por cientos de miedos. El final aún no llegaba, el pasillo seguía siendo eterno. De las paredes brotaron varias manos huesudas y carnosas que intentaban atrapar a Lorena, pero ella las esquivaba y seguía huyendo ignorando lo asqueroso que había en ello.
Una luz por fin apareció a lo lejos, era el final del pasillo. Lorena siguió con el último aliento que le quedaba, llorando y suplicando por no ser víctima de las pesadillas que corrían detrás de ella a gritos y suspiros.
Justo cuando menos se lo esperaba, Miedo apareció—. ¡Te atrapé! —Miedo saltó desde el techo, Lorena se arrojó al suelo y logró esquivarlo. Se vieron fijamente, miedo estaba en cuatro patas, listo para saltar hacia ella, soltó un horrible rugido extendiendo enormemente su boca,  Lorena se puso de pie inmediatamente y comenzó a correr con Miedo persiguiéndola. Ya casi estaba en la luz… Solo escuchaba los fuertes pasos de Miedo detrás, sintiendo que la apresaría en cualquier momento. Logró distinguir una silueta en la luz al final del camino, una silueta borrosa, era de una mujer… La infección se extendió más, subió por el cuello y comenzó a cubrir su cara lentamente; Lorena sintió como sus fuerzas desaparecían y se inmovilizaba cada vez más. Se esforzó, caminó lo más rápido que pudo luchando por no caer al suelo y con la presencia de Miedo a sus espaldas. Por fin distinguió la silueta que la esperaba, era de una mujer que bien conocía y que ahora le extendía los brazos con cariño, era su madre—. ¡Mamá! —gritó llena de desesperación. La madre solo extendió más los brazos con una enorme sonrisa. Lorena estaba quedándose sin aliento, todo daba vueltas, la infección ya la cubría por completo, saltando todas sus venas de negro; dejó de sentir los pies, y una sombra negra rodeó toda su vista. Unos cuantos pasos más serían decisivos, Miedo estaba por alcanzarla, solo tenía que elevar sus enormes garras y pescarla, pero Lorena siguió como pudo, subió tres pequeños escalones, y su madre ya estaba allí, dentro de la luz. Miedo saltó hacía ella como un animal y con un último grito agudo, pero justo al momento Lorena dio dos pasos más, y entró a la luz, cayendo en los brazos de su madre y desapareciendo al fin de aquella horrible pesadilla. Supo que ya todo había acabado.

Lorena abrió los ojos. Estaba cansada, sudada, y asustada. Se encontraba acostada en su cómoda cama matrimonial; cuando recuperó el sentido, se levantó de su postura y se quedó sentada en la cama apreciando su habitación sencilla. Frente a ella había un espejo, donde se admiró. Era ella, la Lorena real, la Lorena adulta de veinticinco años. Tocó su rostro confirmando que era cierto, que ya estaba despierta, que su pesadilla ya había terminado.
De repente, su atractivo esposo le habló desde la puerta—. ¿Cariño? Hasta que despiertas, ¡Vamos! Estoy preparando el desayuno —dijo con entusiasmo, y se fue.
Lorena suspiró, aliviada. Estiró un poco su mano y alcanzó una libreta que estaba debajo de su buró, tomó una pluma y abrió la libreta en la página donde continuaba el escrito. Antes de comenzar, movió un poco el tirante de su blusa, y revisó su hombro, que tenía una profunda herida oscura, babosa y con venas negras alrededor. Era la marca que Miedo le había dejado de pequeña, y que aún no desaparecía. Comenzó a escribir “He vuelto a soñar con él, no me deja, sigue apoderándose de mis sueños” Enseguida comenzó a redactar todo lo que sucedió en su sueño a todo detalle; mientras que detrás suyo, justo en la pared, Miedo se asomaba desplegando su baboso y amorfo cuerpo y fijando sus temibles y huecos ojos en ella, siempre con esa sonrisa macabra y colmilluda.

De todas formas, Lorena ya estaba consciente de ello, incluso se había acostumbrado a su presencia. Algunos dicen que lo único que se mantiene vivo con uno mismo durante toda la vida, es la esperanza; pero lo que ella creía, lo que ella sabía, era que lo que en realidad permanece contigo para siempre, en todo lugar y todo momento, es el miedo.


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