La pequeña Lorena ya estaba lista para dormir. Era una
niña bastante simpática de apenas ocho años, con su cabello castaño y corto,
una piel blanca, y unos ojos oscuros pero con un brillo destacable. Había sido
un día bastante cansado pero divertido; fue una tarde más corriendo por toda la
casa mientras creaba todo un mundo de fantasía con ayuda de sus juguetes.
Estaba acostada en su cama ya con las sábanas rosadas
cubriéndola. La cama apuntaba hacia la
puerta, donde su madre ya se encontraba despidiéndose con un cariñoso y ligero
“Buenas noches, bebé” La madre giró el interruptor del foco hasta que la luz de
la habitación se extinguió, y se marchó cerrando la puerta detrás suyo. La
pequeña ya solo escuchó como su madre se alejaba por el pasillo.
Lorena se quedó contemplando su habitación, le dio un
vistazo a sus peluches amontonados a la izquierda, luego a su escritorio a un
lado de la puerta lleno de colores y pinturas desordenadas, y por último,
observó las repisas llenas de muñecas del lado derecho del cuarto; y así, hasta
que el sueño por fin la atrapó obligándola a cerrar los ojos lentamente hasta
que cayó dormida tras un tierno suspiro.
La noche transcurrió, y mientras tanto, sin que la
pequeña se diera cuenta, cientos de ideas comenzaron a explotar en su
imaginación. Varios sueños característicos de la mente de una niña emergieron
de su cabeza y comenzaron a flotar por encima de ella como pequeños dibujos de
distintos tamaños, formas y colores que terminaban por plasmarse en la pared
como una idea viva. No dejaban de brotar... Cada vez era más, y al ya no poder
acomodarse en la pared, comenzaban a extenderse por toda la habitación llenando
todo hueco, cubriendo el lugar de alegría e imaginación. Pero algo raro
sucedió, justo en la pared detrás de Lorena, una sombra comenzó a emerger de
entre el concreto, devorando los sueños y apagando la luz que había en ellos.
La sombra comenzó a tomar forma, impulsándose con unas enormes garras de unos
treinta centímetros; emergía por completo su cuerpo amorfo que parecía estar
hecho de una baba totalmente oscura y brillante. Su cabeza se asomó, su
mandíbula estaba totalmente separada del resto de la cabeza que parecía flotar
o unirse por alguna fuerza invisible, dejando ver a través de su boca; mostraba
unos aterradores dientes y unos ojos huecos llenos de lástima y miedo. La
criatura al fin salió por completo, no tenía pies, parecía tener una especie de
cola fantasmal. Se escuchaban sus agudos y escalofriantes chillidos. Todos los
sueños e ideas en la habitación se apagaron con su presencia, muchos cayeron al
suelo, y otros resistieron como pudieron.
Lorena reaccionó, comenzó a despertar sintiéndose
inquieta, con la sensación de que alguien la observaba y de que corría peligro.
Abrió bien los ojos, y apenas hizo eso, sintió a la criatura, la cual soltaba
pequeños rugidos que erizaban la piel y provocaban un escalofrío por todo el
cuerpo. Subió la mirada llena de miedo, y allí estaba, observándola fijamente.
Lorena soltó un fuerte y agudo grito y se aventó huyendo de la cama. Cayó al
suelo y volvió a asomarse hacia la pared; la criatura aún tenía los ojos fijos
en ella, sin hacer ningún movimiento, solo viéndola, como esperando a asustarla
en el momento adecuado. Ella comenzó a arrastrarse hacia atrás sin perder de
vista a la criatura, hasta que se topó con la puerta; hubiese intentado
abrirla, pero sentía que si se volteaba un momento, la criatura aparecería a un
lado suyo, así que solo se quedó pegada a la puerta con la esperanza de que su
mamá llegara a su salvación.
La criatura por fin hizo un movimiento, se quitó de la
pared y bajó a la cama, convirtiendo su extraña cola babosa en dos grandes y
delgadas piernas, que, al igual que las manos, tenían unas enormes garras. Se
movía de una forma bastante tétrica, gateando encima de la cama con lentitud y
detenimiento, siempre con la mirada puesta en la niña.
Lorena quedó paralizada, esperando en el suelo a que la
criatura llegara hasta ella. La vio bajándose de la cama con lentitud, para
después seguir arrastrándose por el suelo, intimidándola; con pasos lentos,
mientras se escuchaba como sus garras raspaban todo el piso, hasta que
finalmente llegó frente a ella permitiéndole ver sus babosas facciones
desfiguradas, y esos profundos ojos que plasmaban terror. La respiración de
Lorena aumentó, no podía controlarse, solo pensaba en si era real o no. La
criatura se acercó a su rostro lentamente, y cuando estuvo lo suficientemente
cerca, dijo, con una voz seca, gruesa, y escalofriante: “Yo soy… Miedo” Antes
de que Lorena pudiese gritar, Miedo atacó, se lanzó contra ella a la par de un
estruendoso grito abriendo su enorme boca, encajando sus dientes en el hombro
de la pequeña, haciendo que esta se desmayara instantáneamente.
Lorena despertó. Estaba tumbada en el suelo, justo donde
Miedo la había atacado. Abrió los ojos con temor a que la criatura siguiese allí,
y al no ver nada raro, comenzó a levantarse con esfuerzo. Todo seguía igual,
incluso seguía siendo de noche. No dudó en escapar, seguía sintiéndose en
peligro, así que abrió la puerta y salió corriendo por el pasillo, el cual se
le estaba haciendo bastante eterno, y se volvía escalofriante cuando tenía esa
sensación constante de que la observaban por todos lados. Después de recorrer
el largo pasillo oscuro llegó hasta la puerta de la habitación de su madre,
tomó la perilla, y dudó un momento en despertarla, pero qué más daba, ¡La había
atacado un monstruo! Debía ayudarla. Abrió la puerta de golpe y entró gritando
a su mamá para despertarla. No obtuvo respuesta. Se acercó un poco más, y se
encontró con que en la cama solo descansaban los bultos de sábanas. Su madre no
estaba, ¿Dónde se habría metido? No le quedó más que gritar con todas sus fuerzas,
esperando que su madre respondiera desde alguna parte de la casa. Ya no quería
moverse, no sabiendo que había una criatura horrible afuera de esa habitación.
Se dejó dominar por el miedo y comenzó a sentir un frio abrumador que la
inquietaba aún más.
—Tus
padres ya no están…—se escuchó con un tono seco y grueso. Lorena volteó a todas
partes buscando el origen del ruido y temiendo ver de nuevo a Miedo, pero no
había nada, era como si la voz proviniera de todas las paredes pero a la vez de
ninguna—, Recuérdalo… Ya no están contigo…—Tras estas últimas palabras la
pequeña salió corriendo y fue directo a su cuarto de nuevo. Llegó, azotó la
puerta y se recargó en ella asegurándose de que su habitación estaba libre de
monstruos… Pero había algo más; en el suelo, era como una pequeña nube gris
pegada al piso; Lorena se acercó un poco más, tenía algo dentro… Se movía,
había muñecas jugando y tomando el té, era como un recuerdo… No, era su sueño,
el sueño de ayer, ella tomando el té con sus tres muñecas favoritas. Observó
con más detenimiento, sintiendo como si pudiese entrar, acercó su mano
lentamente sin encontrarle algún peligro, y cuando lo tocó, su mano atravesó
adentrándose en el recuerdo; se asustó un poco, pero se sentía un cosquilleo
relajante; de repente, el sueño la tomó
por completo y la arrastró dentro de él desapareciéndola de la habitación.
Lorena
solo vio un destello blanco mientras todo su cuerpo cosquilleaba, y cuando vio
de nuevo, estaba allí, sentada en el suelo con sus tres muñecas. Había una
jarra de plástico en el centro, y cada una tenía una pequeña taza de té. Lorena
ya sabía de que se trataba: Era hora de tomar el té mientras hacían el chisme.
Tomó en sus manos la pequeña jarra, y comenzó a jugar sirviendo el té
imaginario en todas las tazas. Era una sensación extraña, como si pudiera
controlar su propio sueño y estar consciente de ello, de que era un sueño en el
que ella misma se había metido. Continuó jugando con sus muñecas, moviendo sus
extremidades y platicando con ellas sobre su vida imaginaria de mamá soltera—. ¿Cómo te ha ido a ti con tu hijo Caty? —se dirigía a sus muñecas, para
después hacer sus voces agudas, “Bien Lorena, ¡Es muy travieso!” “El mío es MUY
educado” “Yo tengo que amarrarlo a la
cama porque si no se me escapa” “Pues mi hijo ya entró a la primaria” —, Pues
el mío es el mejor de todos, ya hasta entró a la universidad —le dio un sorbo
al té imaginario y enseguida le hizo tomar a sus muñecas. Las trataba con
cariño y las peinaba a ratos diciéndoles palabras bonitas y amables.
La hora
del té estaba siendo bastante divertida, hasta que su juego fue interrumpido
por las luces de la habitación colorida, que comenzaron a parpadear
alocadamente acompañadas de un pequeño pitido. El cuarto paso de ser colorido a
gris. Lorena volvió al miedo, vio a sus muñecas y las calmó con un “Tranquilas…
Todo está bien” Pero para su desagrado, las muñecas respondieron. Una de ellas
giró estrepitosamente su cara viendo a la niña con sus penetrantes ojos, y las
otras dos abrieron sus bocas plásticas para decir un “Gracias” robótico. Lorena
solo dio un brinco hacia atrás, estaba boquiabierta. Los focos que iluminaban
la habitación explotaron; Lorena se puso de pie y empezó a escuchar varios
murmullos por parte de las muñecas. “Huye…” “Es él…” “Vete lejos…” “Miedo está
aquí…” “Te hará daño…” “Ya lo ha hecho…” Eran difíciles de entender, pues todas
hablaban al mismo tiempo; pero algo sí que era obvio, debía irse. Las muñecas
se movieron nuevamente, todas alzaron sus pequeños brazos y de un tirón
señalaron hacia la puerta de la habitación. Lorena se quedó quieta, dudando si
moverse o no, pues ya escuchaba los gemidos de Miedo aproximarse por todas
partes del cuarto. Cuando ya no veía escapatoria y no encontraba valor para
correr, un nuevo sueño apareció en la puerta, cubriendo toda la madera y
mostrando el interior colorido. Lorena lo identificó y corrió hacia él, dio un
pequeño salto apretando los ojos y funcionó, entró en el nuevo sueño.
Volvió
a ver un destello blanco que desapareció lentamente. El ruido y las
anormalidades habían desaparecido de nuevo, todo estaba tranquilo. Ahora se
encontraba en un bosque, pero no un bosque cualquiera, éste era uno de caramelo.
El suelo estaba colorido, con tierra húmeda que al parecer era chocolate y con
abundante pasto rosado; los arboles eran brillantes, con hojas rosas y
distintos dulces colgando de ellos, como paletas, caramelos, chicles, entre
otros. Había rocas de chocolate blanco bastante llamativas; bastones rayados
brotando de suelo, algunos más pequeños que un pie, pero otros que alcanzaban
más de diez metros; incluso se alcanzaban a ver ríos por los que corrían aguas
amarillentas de miel. Todo se veía hermoso y antojadizo. Lorena se dispuso a
explorar el lugar toda emocionada, lugar con el que había soñado antes, pero no
había tenido la oportunidad de conocerlo por completo, aunque esta vez sí, pues
podía moverse libremente como si fuera real. Pero antes de que diera el primer
paso, un dolor apareció en su hombro. Se quejó y se retorció un poco; cuando
notó que no dejaba de doler, lo inspeccionó, movió un poco su pequeña playera y
dejó a la vista su hombro… Estaba destrozado, tenía un gran agujero negro y
podrido. Sintió un pequeño ardor, y enseguida vio como las venas que rodeaban
la herida comenzaban a saltarse y tornarse de color negro expandiéndose con
lentitud hasta llegar por arriba de su codo. Le dio bastante asco y miedo… Si,
ahora recordaba, Miedo la había mordido. ¿Qué estaba pasando? Ahora ya no podía
dejar de pensar en Miedo, pues precisamente, lo único que sentía era miedo y
sin razón alguna, no podía evitarlo ni sabiendo que estaba en un delicioso
bosque de dulce. Se estremeció, pero prefirió avanzar y no pensar en que otras
cosas feas sucederían. Sostuvo su brazo marcado de venas negras y comenzó a
caminar.
Mientras andaba por el lugar, sentía en cada pisada como
sus pies se hundían ligeramente en el chocolate; admiraba los distintos dulces
que colgaban de los árboles, pensando en cual se veía más delicioso, aunque ella
prefería los chicles más que nada, era bastante entretenido masticarlos hasta
que se acabara su sabor. Su nariz era atrapada por el constante olor a dulce,
pero era de disfrutar.
Después de tanto admirar, llegó a un pequeño terreno
despejado de árboles en medio del bosque. Era el lugar perfecto para sentarse y
disfrutar de todas las delicias. Corrió y se dejó caer en el centro del
terreno, manchándose un poco. Mientras miraba hacia el cielo, arrancó dos puños
de chocolate del suelo, los olió un momento, y al comprobar que olía bien,
comenzó a echarlo a su boca toda emocionada, manchándose toda la cara; pero
valía la pena, en verdad era bueno ese chocolate en forma de tierra.
Ahora estaba bastante relajada, lo suficiente para
ignorar un poco el miedo que sentía dentro de ella en todo momento. Comenzó a
quedarse dormida, marcando una enorme sonrisa de lo tanto que estaba
disfrutando de ese lugar; comenzó a cerrar los ojos, soltó un suspiro, y cuando
abrió los ojos nuevamente, un extraño animal la miraba fijamente nariz a nariz.
“¡Ahhhh!” Gritó Lorena por la sorpresa. El extraño animal se apartó de un
brinco, y Lorena se arrastró hacia atrás intentando verlo. En realidad no
parecía malo, era una criatura exótica y simpática. Era un panda, pero no un
simple panda, este era tan pequeño como un perro y además estaba choncho, con
unos ojos azules, un cuerno de unicornio en su frente, y una cola de caballo.
¡Ahora recordaba! Era su criatura favorita, la que había creado en su
imaginación mucho tiempo atrás, a la que había nombrado: Pandicornio—. Tú… ¿Eres un
pandicornio? —quiso asegurarse mientras lo veía llena de curiosidad.
—
¡Claro que sí! —respondió
el animal—, Tu me creaste, deberías saberlo.
—Si…
¡Sí! —Corrió a abrazarlo con emoción tumbándolo en el suelo. El pandicornio
también se alegró. Para Lorena era bastante suave y cómodo—. ¿Cuál es tu
nombre?
—Yo me
llamo Cero —se separaron, Lorena se quedó de rodillas a su lado.
—
¿Cero?
—Sí, y
él es Uno, y Dos, y Tres, y Cuatro… —mientras nombraba a más, montones de
pandicornios comenzaron a salir de entre los árboles y las ramas, rodeando a
Lorena y a Cero con sus movimientos finos y divertidos—… y Veinte, y Veintiuno,
y…
—Ya
entendí, ya entendí —quedó maravillada con lo que había a su alrededor; sus
ojos admiraban cientos de sus criaturas favoritas saliendo de todas partes. El
lugar se había llenado de vida.
—Bueno
si, de todas formas que pereza presentarlos a todos.
Lorena
comenzó a girar con los brazos extendidos, elevando su cabeza al cielo y disfrutando
de la compañía de los pandicornios y del delicioso ambiente de caramelo. Su
mundo se envolvió en felicidad, y todos los pequeños seres la acompañaron
brincando y dando vueltas de un lado a otro mientras reían y gritaban.
De pronto,
Lorena volvió a sentir aquel dolor tremendo en su brazo, se dejó caer al suelo
abatida y su sonrisa se convirtió en una mueca de sufrimiento. Los pandicornios
detuvieron su juego de inmediato, todos se quedaron quietos, asustados por la
chica, y Cero fue el primero en acercarse a ella, que ya sostenía su brazo
marcado de venas negras.
—
¡Rayos y centellas! —exclamó Cero—, ¿Qué le ha sucedido a tu brazo? —acercó su
cuerno acariciando a Lorena.
—Yo…
Yo...
Antes
de que Lorena pudiera explicar, Cero olfateó su brazo con delicadeza, hasta que
dio con el problema—. Pero si es… —el resto de pandicornios se acercaron en círculo
mientras murmuraban cosas como “¿Qué es?” “¿Qué pasó?” “¿Está bien?” “Dilo”
“¿Alguien quiere caramelos?” Todos tenían expresiones demasiado dramáticas,
especialmente Cero—, Es… Miedo —todos se impactaron a excepción de Lorena, que
ya lo sabía desde antes—, Te… ¿Te ha atacado Miedo, pequeña?
—Me ha
mordido…
—Si… Te
ha marcado.
— ¿Qué?
¿Pero que me está pasando?
—Niña…
¡Te has infectado del miedo!
La
noticia, aunque no la entendía bien, la estremeció—. ¿Qué? ¿Qué me va a pasar?
—Poco a
poco el miedo consumirá todo tu ser… Tus venas se pondrán negras hasta llenar
cada rincón de tu cuerpo… Y cuando eso pase, tú… Tú…
— ¡¿Yo qué?!
—Morirás…
—puso una cara de angustia.
Lorena
ya no dijo nada más, bajó la cabeza llena de miedo y tristeza. Todos los
pandicornios la rodearon mientras algunos la acariciaban con consuelo. Lorena
comenzó a llorar, y sus lágrimas cayeron encima del chocolate—. Vamos, anímate…
—dijo uno de los animales, pero no le hizo caso alguno. Otro pandicornio apartó
a la multitud y se acercó hasta ella—. Calma… Mira, un chicle siempre viene
bien —le ofreció una bola de chicle azul a Lorena. Ella alzó un poco su carita
llorosa, se lo quedó viendo un momento al chicle, y lo tomó de la pata del
pandicornio—, ¡Gózalo!
—Espera…
Pero hay una salvación —interrumpió Cero.
Lorena
esperó para comerse el chicle y puso atención—, ¿Salvación? ¿Me puedo salvar?
— ¡Sí! —todo
mundo se alegró—, Tienes que buscar.
—
¿Buscar?
—Si…
Busca aquello que te haga más feliz que nada en tu vida.
— ¿Qué?
—se llenó de dudas—, ¿Dónde voy a buscar? ¿Cómo? ¿Y si no sé qué es?
—Busca,
busca.
—No sé
cómo —puso cara de berrinche.
—
¡Niña! Estás en un sueño… ¡Tu viajas por sueños! Solo tienes que pensar un
poco.
— ¡Es
verdad! Pero… ¿Cómo voy a encontrar el sueño indicado?
—Pues… —a
punto de explicar, un temblor apareció agitando el lugar de un lado a otro y
sacudiendo los árboles tirando todos sus dulces y hojas al suelo. Todos los
pandicornios se alteraron y muchos comenzaron a moverse desesperadamente y a
gritar.
— ¿Qué
está pasando? —el miedo volvió a Lorena.
Cero
volteó a todas partes apreciando el desastre—, Es él…
Lorena
supo que se refería a Miedo, su perseguidor. De repente, su herida en el hombro
comenzó a doler y el escalofrío del miedo apareció en su brazo. Cero se le
quedó viendo, impactado—. Si, definitivamente es él… ¡Se acerca! Puedes
sentirlo —era verdad, lo sentía, su brazo cada vez dolía más y el miedo
aumentaba.
El
resto de pandicornios se dispersó y comenzaron a treparse en los arboles y a
rodear el lugar buscando a la terrible criatura mientras luchaban contra el
temblor. De pronto, el bonito y llamativo cielo rosado cambió a un tono rojo,
convirtiendo el ambiente en algo oscuro y seco. Aparecieron varias corrientes
de aire que arrastraban los dulces y alteraban aún más la situación.
— ¡Está
convirtiendo tus sueños en pesadillas! —dijo Cero, teniendo que casi gritar
para ser escuchado.
— ¿Qué?
¡No!
—Tienes
que huir… ¡Huye!
—Pero…
¿A dónde?
Se
escuchó un fuerte golpe en todo el bosque, seguido del escalofriante rugido de
Miedo, que sonaba con eco en todo el lugar. Todos miraron hacia arriba,
confundidos y atemorizados.
Lorena
volvió a bajar la vista, y el chicle que había en sus manos se convirtió en un
asqueroso ojo humano, vio como este se movió para mirarla, y lo arrojó lejos,
asqueada.
Cero
pensó un poco, y siguió explicando—. Los sueños, tienes que irte a otro sueño.
—
¿Cómo? —comenzó a llorar.
— ¡Son
tus sueños! ¡Tú puedes crearlos!
De
repente, la voz de Miedo apareció en un eco—, Ya vine por ti…
— ¡Solo
concéntrate en algo!
—Solo
quiero que mi papá me proteja —lloró con intensidad.
— ¡Eso
es! ¡Piensa en tu padre!
De
repente, varios pandicornios salieron volando de los árboles, para después ser
convertidos en humo negro que se iba con el viento. Los rugidos de miedo
aumentaron, y varios pandicornios comenzaron a huir.
—Ya
está aquí… Huye, ¡Huye! —obligó a Lorena a ponerse de pie sin importar cuánto
lloraba. Ella, llena de miedo, obedeció, se dio la vuelta y comenzó a correr
dejando atrás a los pandicornios, que estaban siendo atacados por la criatura,
desapareciendo uno a uno. Lorena ya solo vio a Cero posicionándose para atacar
esperando a que Miedo le diera cara.
Lorena se adentró en el bosque,
corriendo entre los árboles tan rápido como podía, comenzando a secar sus
lágrimas y luchando contra el dolor en su brazo y por no quedar paralizada por
el miedo. Mientras más avanzaba, peor se volvía el lugar, los árboles se
secaban, los dulces se convertían en cosas horrorosas como ojos, lombrices,
arañas, entre otras muchas cosas, que comenzaban a dispersarse por todas
partes. Lo bello y delicioso se había convertido en horrible y asqueroso.
Mientras huía, vio al suelo de chocolate
que ahora parecía secarse y convertirse en tierra sin más; pensó en lo tanto
que deseaba que todo terminara, volver a casa, ver a su madre, o a su padre… Su
padre, que ahora no estaba con ellas en casa, se había ido a un viaje de
trabajo a un crucero, así que tenía tiempo sin verlo… Lo extrañaba, y lo
necesitaba más aún en ese momento. Sorprendentemente, una nube un poco más
grande que su tamaño apareció a unos metros frente a ella. Se estaba creando un
nuevo sueño mostrando su interior colorido. Lorena recuperó los ánimos, corrió
más rápido, ya cansada y con poco aliento, acercándose cada vez más al sueño,
era su salida, era libre, huiría de Miedo… Algo la tomó por el pie y la hizo
tropezar, golpeándose fuertemente. Lorena se quejó, vio detrás, y era una
espantosa araña gigante, quizá del tamaño de un gato. Lorena se arrastró
evitando a la araña, pero esta mostraba sus peludos colmillos lista para
apresar a la niña. Los ojos del insecto eran asquerosos, eran demasiado grandes
y penetrantes. Varias arañas comenzaron a descender tejiendo sus telarañas
desde los árboles secos, rodeando a la pequeña. Pensó que era el final, que
sería devorada por cientos de arañas gigantes y que no volvería a ver la
realidad, pero Cero apareció heroicamente, arrojó a la araña con su cuerno
azotándola contra un tronco. Las demás arañas se posicionaron y amenazaron a
Cero con pequeños chillidos. El pandicornio se reunió con Lorena y le dio
caricias animándola a ponerse de pie—. Vamos ¡Levántate! ¡Entra en el sueño!
¡Yo las detengo! —Lorena dudó un momento, pero finalmente aceptó, evadió a las
arañas y siguió corriendo hacia el portal. Cuando llegó frente a él, contempló
el interior, era… ¡Era el crucero de su padre! Estaban en medio de una
divertida fiesta dentro del barco, y seguro que él estaba entre toda esa gente.
Antes de entrar, vio una vez más a sus espaldas; Cero estaba combatiendo a las
arañas, intentando atacarlas con su cuerno y evadiéndolas con empujones,
llevaba la victoria, las estaba humillando, pero cada vez llegaban más y más,
Lorena comenzó a preocuparse. Cero resistió con valentía, hasta que una araña
se asomó por su espalda y encajó sus colmillos en el lomo; la cara de Cero se
enfrió por completo, quedó neutralizado por el veneno, viendo fijamente a la
niña con unos ojos llenos de inocencia, hasta
que todas las arañas se arrojaron contra él para acabarlo por completo. Lorena
sintió un terrible dolor en su pecho, la escena la dejó demasiado impactada,
pero ya no podía hacer nada por él, así que antes de que ella también fuera
víctima de la pesadilla, agradeció al pandicornio dentro de su mente con todo
su ser, y brincó al portal que la llevaría al siguiente sueño, donde esperaba
poder encontrar cobijo con su padre.
Lorena abrió los ojos. Recuperó el
sentido poco a poco. Notó que estaba en un lugar bastante oscuro, tanto el piso
como las paredes estaban hechas de madera, y todo lleno de humedad; se sentía
como todo el lugar se balanceaba ligeramente causando un poco de vértigo, se
escuchaban corrientes de agua en el exterior, y
ella estaba sentada detrás de unos barrotes de metal… Si, se dio cuenta
de que estaba encerrada en el interior de un barco. Definitivamente ese no era
el crucero de su padre. Observó su alrededor, todo estaba lleno de barriles,
cajas, costales, redes, basura, y no solo eso, sino que también había una celda
más a un lado de la suya. Se asomó un poco, esperando encontrarse algo
interesante; y así fue; dentro de aquella celda, había tres pequeños
acurrucados en una esquina, eran dos niños y una niña. Estaban llenos de miedo,
temblorosos, con sus ropajes todos sucios y descuidados. Lorena se acercó a los
barrotes, preocupada, intentando llamar su atención—. Psst, oigan —los niños
voltearon llenos de inseguridad—, ¿Qué está pasando? —no respondieron, se
concentraban en temblar—, ¿Quiénes son? —seguían sin hablar—, Díganme algo —Lorena
fue atrapada por la angustia.
—Nos atraparon —por fin dijo uno de los
niños, pero sin atreverse a mirarla.
—Seremos su alimento —le siguió la niña.
— ¿Su alimento? —confundieron a Lorena.
—Si… Esos piratas… ¡Nos van a devorar en
cualquier momento!
Antes de que Lorena pudiera decir algo
más, el miedo la dominó de nuevo, y su marca comenzó a extenderse aún más; sus
venas fueron tornándose de negro mientras se extendían; Lorena se dejó caer al
suelo quejándose del dolor, hasta que la extensión se detuvo llegando al otro
hombro.
Uno de los niños notó que Lorena no se
levantaba y solo se abrazaba a si misma respirando con dificultad; decidió
ponerse de pie y atenderla—. Oye niña, ¿Estás bien? —se acercó a los barrotes
para verla lo más cerca posible.
Lorena dejó de quejarse cuando lo
escuchó, tomó un respiro, y respondió con esfuerzo—. Si… Creo que si —luchó
consigo misma.
— ¿Qué te pasó?
—Dejémoslo en que es miedo… —Comenzó a
recuperarse, hasta que estuvo lo suficientemente bien para sentarse y volver a
preocuparse por la situación—. Estamos… ¿En un barco pirata?
—Si… ¡De unos horribles piratas!
—Tenemos que salir de aquí…
—No podemos… ¡Estamos perdidos!
Lorena pensó un momento, buscando algo
cerca que los ayudara a abrir las celdas o quizá alguna salida alternativa, pero
por más que intentaba, no hallaba ninguna opción, hasta que recordó las
palabras de Cero. El pandicornio le había dicho que eran sus sueños, ella podía
viajar en ellos, ella podía controlarlos. Quizá aunque miedo ya estuviera
convirtiéndolo todo en pesadilla, ella aún podría tener cierto control en
ellos.
Mientras los niños de la otra celda
esperaban, ella se concentró; pensó solamente en las celdas, en lo tanto que
deseaba quitarlas y ser libre, y recordándose siempre que ella tenía el control
de su sueño, ella podía deshacer las rejas, ella podía deshacer las rejas, ella
podía, ella podía… Y lo consiguió; los barrotes de metal comenzaron a
derretirse frente a sus tensos ojos de concentración, hasta que el metal
desapareció por completo y quedó una salida disponible. Los niños quedaron
sorprendidos, tenían la boca abierta—. ¿Cómo has hecho eso?
—Es mi sueño —salió de su celda, y se
dirigió a los barrotes que encerraban a los otros pequeños. Tomó con sus
pequeñas manos el metal, concentrándose para repetir el mismo truco—.
Tranquilos, los voy a sacar de aquí —sus rostros se iluminaron, estaban
admirando a Lorena. Comenzó a visualizar las rejas derritiéndose, pero justo
antes de que hiciera efecto, una baba negra y viscosa apareció sobre los
barrotes cubriéndolos de inmediato; Lorena retiró sus manos siendo alcanzada
por un poco de la baba. Todo mundo se asustó. Lorena contempló su mano, que
estaba siendo infectada; las venas de su mano se tornaron negras, y se
extendieron uniéndose con las del hombro hasta cubrir por completo el brazo.
Lorena soportó el dolor hasta que desapareció, e ignoró un poco el frio miedo
que sentía cada vez que se extendía la infección, preocupándose más por los
niños—. Rayos… Es Miedo —tenía que encontrar otra forma de sacarlos. Comenzó a
ver a todos lados con desesperación, arrepintiéndose de estar allí, o de no
haber pensado en otro recuerdo al momento de escapar, hasta que a su mente vino
la razón de su sueño: Su padre. Eso es, podía buscar a su padre, él los
ayudaría. Puso la cabeza en alto—. Voy a buscar ayuda.
Los niños se sorprendieron,
especialmente la niña, que finalmente habló—. ¿Qué? ¡No! ¡No puedes salir!
— ¡Te van a comer! —le siguió otro niño.
—No, tranquilos. Voy a traer a mi padre
y… Y él nos va a sacar de aquí.
— ¡No lo hagas! —uno de ellos corrió
hacia los barrotes babosos, pero Lorena lo detuvo.
— ¡No! ¡No toquen las rejas! —se
quedaron paralizados—. Tranquilos… Tranquilos, voy a volver —no los vio muy
seguros, pero no tenía otra opción. Ellos ya no dijeron nada, así que se armó
de valor, sobó un poco su mano afectada y se dispuso a salir por la escotilla
que se encontraba al otro lado de aquella especie de prisión.
Lorena se asomó por la escotilla. El
ambiente era muy tenebroso, el cielo estaba muy oscuro y las aguas del mar
tenían un brillo verde. Se asomó un poco más, viendo que había cientos de
piratas brincando, bebiendo, riendo y cantando por todas partes. El ambiente
podía parecer divertido, pero los piratas eran terroríficos. Eran calaveras,
eran puros esqueletos vivos con vestimentas de piratas viejos, con sus
sombreros rotos y sus espadas oxidadas. Lorena salió por completo a la
cubierta, cerrando con cuidado la escotilla. Si en un principio ese era el
crucero de su padre, entonces debería de estar por algún lado, así que comenzó
a buscar, adentrándose en la bola de esqueletos festivos. Por ahora estaba
pasando desapercibida, caminando con sumo cuidado y agachando la cabeza,
evitando chocar con alguien, hasta que uno de los esqueletos la sorprendió y la
tomó por el cabello elevándola hasta tenerla frente a su cráneo—. Pero ¿Qué
tenemos aquí? —era muy extrovertido, pero no dejaba de dar miedo.
Lorena solo se retorció intentando
librarse, pero era imposible—. ¡Bájame!
—Oh… Lo siento ¿Te estoy molestando?
Acabemos con esto rápido —se dirigió al resto de la tripulación—, ¡Chicos! ¡La
cena ya está aquí! —todos los esqueletos voltearon emocionados dejando a un
lado su fiesta. Lorena reaccionó, y cuando el esqueleto volvió a verla, ella
picó sus dos ojos huecos, consiguiendo que la soltara de inmediato para
sobarse. Aprovechó para salir corriendo entre la multitud—, ¡Agh! ¡Mis ojos! —se
quejaba mientras se retorcía—, ¡Atrápenla! —todos hicieron caso, voltearon
hacia donde se había ido la niña y comenzaron a correr en su búsqueda—. Un
momento… Pero si yo no tengo ojos.
Lorena se escabulló por debajo de las
piernas esqueléticas, esquivando cientos de manos que intentaban atraparla.
Estaba a punto de salir de la multitud, y un esqueleto se interpuso frente a
ella sacando su afilada espada—. Hasta aquí llegaste niña —preparó su espada
para partir a la pequeña en dos, pero Lorena se abalanzó contra él, lo tacleó y
sacó volando todos sus huesos. El camino ya estaba libre, siguió corriendo y se
apresuró a subir unas escaleras que la llevaban a la parte más alta del barco,
donde se encontraba la cabina. Los esqueletos detrás de ella que luchaban por
alcanzarla gritaban desesperados y con diversión “¡Atrápenla!” “¡Es mía!” “¡No!
¡Es mía!” “¡Yo quiero la pierna!” “¡Que suculento!” Pero Lorena intentaba
ignorarlos, siguió corriendo hasta que alcanzó la puerta metálica de la cabina,
pero estaba cerrada, no encontraba como abrirla. Los esqueletos se acercaban a
ella con pasos lentos mientras estiraban sus brazos pareciendo hipnotizados.
Lorena empujó la puerta una y otra vez, luchando por poder abrirla, pero sus
pequeñas fuerza no funcionaban. Justo en su último momento de desesperación,
cuando los piratas ya se encontraban a unos pasos de apresarla, la puerta se
abrió, y una mano esquelética la jaló al interior sellando a tiempo la puerta
para que los esqueletos ya solo se azotaran contra ella aclamando a la niña.
Lorena gritó al ser arrojada al
interior. Se quedó en el suelo intimidada por el esqueleto que la había
atrapado, pero cuando éste se acercó más y pudo apreciarlo, se dio cuenta de
que era bastante tranquilo, y de que tenía un rostro huesudo bastante amigable.
No fue hasta unos segundos después que reconoció quien era en realidad—. Pa…
¿Papá?
—Hola Lorena —habló con serenidad.
— ¡Papá! —Lorena se aventó a abrazarlo
con cuidado de no romper sus huesos— Al fin te encuentro —le demostró demasiado
cariño. Al fin se sentía segura junto a él.
—Calma, ya estamos juntos pequeña.
—Pero… ¿Qué te ha pasado? —se separó de
él para contemplar su cuerpo esquelético.
—Yo… No lo sé, todo cambio de repente…
Pero no me tengas miedo ¡Por favor!
—No te tengo miedo papá —le sonrió con
cariño, aliviando a su padre, que puso su mano sobre su cabeza acariciando su
cabello.
Lorena interrumpió el tierno encuentro
recordando a los pequeños niños que se encontraban encerrados dentro del barco—.
¡Papá! Tienes que ayudarme.
—Lo sé… Tranquila, vamos a salir de
aquí.
— ¡No! Hay alguien más… Tenemos que
sacarlos.
— ¿Alguien más?
—Tres niños… Están encerrados abajo.
—Bien… Los vamos a sacar —respiraron un
momento—. Bien, tú ven detrás de mí.
—Espera —el padre se le quedó viendo,
confundido. Lorena se concentró, fijó sus ojos en su papá, y controló el sueño
hasta crear una hermosa espada encorvada llena de filo que apareció en las
manos de su padre.
— ¿Qué? ¿Cómo has…?
—No importa… ¡Vamos!
—Bien… —su papá alzó la espada, y se
acercó a la puerta de la cabina donde los piratas seguían golpeando del otro
lado. Se preparó para abrir y comenzar un combate—. A las de tres, hija —Lorena
se puso detrás de él—, Una… Dos… ¡Tres!
Su padre abrió la puerta, arrojó a los
piratas que la golpeaban, y salió con valentía, luchando contra los siguientes
esqueletos. No era complicado, solo los esquivaba de uno en uno y después los
atravesaba con su espada desplomando todos sus huesos. Lorena avanzó detrás de
él, se movieron poco a poco, se detuvieron en las escaleras y su padre arrojó
de una patada a uno de los esqueletos, provocando que todos se cayeran en
montones. Bajaron rápidamente los escalones, y el hombre siguió luchando con
valentía— ¿Dónde están los niños? —le preguntó a su hija mientras seguía
repartiendo espadazos.
—Abajo… ¡Debajo de la escotilla! —le
señaló de inmediato. Su padre se distrajo al voltear, siento golpeado en el
cráneo con la espada de un pirata. Resistió, pero más esqueletos lo rodearon
comenzando a repartirle golpes.
— ¡No! ¡Papá! —Lorena quedó apartada
viendo como su padre desaparecía entre la multitud y escuchando por último sus
gritos de auxilio. Lorena comenzó a derramar unas cuantas lágrimas, sufriendo
por ver a su padre alejarse de esa forma, sintiendo un enorme vacío en el pecho
al pensar que perdería a su padre.
Afortunadamente todo se detuvo en un
instante con la aparición de unos pequeños suspiros. Todo mundo en el barco se
quedó inmovilizado, incluida Lorena. Los suspiros se convirtieron en lamentos,
aumentando cada vez más su volumen, hasta que los niños aparecieron como 3
seres fantasmales, emergiendo desde el suelo de madera, con unos cuerpos
oscuros, y unos rostros pálidos y ojos derramando babosa negra.
— ¿Qué se siente Lorena? —dijeron los
niños fríamente mientras sus cuerpos se mezclaban formando otro ser.
— ¿Qué? ¿Qué está pasando?
—Soy yo… Pequeña —la voz de Miedo estaba
tomando forma a la par de que los niños ya eran una masa babosa y oscura
formando sus extremidades lentamente hasta que se convirtió en Miedo.
—No…
Miedo gateó lentamente hasta que se
detuvo detrás del padre de Lorena; ella solo veía aterrorizada mientras Miedo
se ponía de pie y tomaba al hombre esquelético por el cuello con sus finas
garras.
— ¡No! ¡Déjalo en paz!
—Oh… Lo siento, ¿Éste es tu papi? —la
intimidó un buen rato dejando sus garras sobre su padre, hasta que fue
suficiente y lo soltó, pero antes de alejarse, pasó sus manos sobre la cabeza
del hombre y enseguida éste cambió a una postura robótica, y el vacio de sus
huecos ojos se tornó de rojo—. Ya no tienes escapatoria… —Miedo se alejó,
dejando que los piratas volvieran a estar en movimiento, pero esta vez, yendo
hacia la niña. Lorena notó que su padre ahora también se movía junto a ellos
para atacarla.
— ¿Papá? —no obtenía respuesta—, ¡Papá!
¿Qué te sucede? —Lorena no quería aceptar que su padre esquelético estaba bajo
el control de Miedo—, ¡No! —comenzó a retroceder mientras más se le acercaban,
hasta que chocó con los barandales que limitaba el barco. Ya no veía
escapatoria.
Su padre, sin dejar de ir hacia ella,
habló con esfuerzo—. Hija… Huye… No puedo evitarlo
— ¿Papá? ¡Vas a estar bien!
—Huye de mí… No quiero hacerte daño…
Lorena sabía que debía huir, pero ya no
había a donde, al menos que…. Se asomó fuera del barco, contemplando el mar,
pensando si era una buena idea saltar, aunque se ahogaría finalmente.
—Busca a mamá… —los esqueletos ya
estaban demasiado cerca.
—Papá… —volteó a verlo nuevamente
mientras se aferraba al barandal.
—Salta… Ya no puedo resistir.
—No… Papá… —vio una vez más al mar, y
notó que un sueño se estaba reflejando en el agua, se estaba creando un nuevo
portal.
— ¡Salta! —su padre cambió su rostro de
forma macabra y se abalanzó contra ella. Lorena ya no dudó más, se trepo en el
barandal y saltó justo antes de que las manos de su padre y del resto de
esqueletos la apresaran. La pequeña cayó al portal justo al momento de impactar
con el agua, escapándose a otro sueño, donde esperaba encontrar a alguien más
con la esperanza de que la salvara: Su madre
Lorea apeas sintió el golpeteo del agua,
cuando abrió los ojos, ya se encontraba acostaba boca arriba en tierra firme.
Ya estaba dentro de otro sueño, pero no parecía nada agradable.
El cielo era muy, muy oscuro, con un
tono verdoso y rojo a la vez. Se movió un poco, y se sentó. El suelo era muy
rocoso y seco, pero eso no era lo más importante, estaba sentada en una pequeña
isla rocosa que flotaba en un espacio infinito lleno de un vacio verdoso y
tenebroso. Había cientos de islas flotando por doquier, unas más grandes que
otras, en diferentes alturas y distancias. Lorena notó que algunas islas tenían
edificios o casa encima, otras solo tenían calles o avenidas marcadas pero con
el camino incompleto. Le encontró forma, era la ciudad donde vivía, solo que
destrozada y separada en varias islas que ahora flotaban en un universo
extraordinariamente siniestro. Si esa era la ciudad, entonces… Su casa debería
de estar en alguna parte, y en casa, su madre. Se puso de pie, motivada por
encontrar a su mamá. Pero antes de continuar, inspeccionó su abdomen, que
comenzaba a arder. Estaba cubierto por las venas negras, en realidad, ya todo
su torso estaba cubierto. Toda la parte superior de su cuerpo ya estaba
infectada por el miedo, y comenzaba a extenderse hacia las piernas. Se quejó
del asco y el dolor que le provocaba. Ahora tenía un frio constante que le
implantaba temor, pero ignorándolo, caminó hacia la orilla de la isla para
contemplar el lugar y encontrar la isla más cercana.
Había una isla justo debajo de donde
ella se encontraba. Quizá podría saltar, de todas formas no se rompería las
piernas, pues sentía como la gravedad en ese lugar era tan baja, que caería
como una pluma.
Se armó de valor y saltó; cayó
rápidamente, pero sin fuerza, solo se dejó aterrizar con un poco de peso
cayendo perfectamente de pie. La isla estaba exageradamente pequeña, no había
nada en ella, solo roca seca. Desde ahí podía saltar sin problemas a la
siguiente isla que estaba justo en frente, un poco más arriba. Retrocedió para
tomar impulso, corrió y saltó, cayendo sin problemas. Esta isla ya era algo
grande, en ella se hallaba una pequeña casa de tejas. Lorena no pudo
identificarla, debía seguir avanzando hasta orientarse y saber dónde estaba su
casa.
Con más motivación, comenzó a brincar de
isla en isla, la mayoría pequeñas, y otras que solo tenían alguna casa o
edificio en ruinas. Se impulsaba, corría y brincaba con un pequeño quejido de
esfuerzo, una y otra vez, sin encontrar nada útil. Finalmente se detuvo al brincar
en una isla donde apenas cabía ella. Se mantuvo quieta para no caerse al vacío,
y contempló su alrededor. Se estaba ubicando, varias islas tenían edificios y
locales que ella ya podía reconocer; eran lugares que había visitado con su
madre, solo que dispersos. Brincó a la siguiente isla un poco alejada, pero no
logró aterrizar, estuvo a punto de caer y se sostuvo firmemente de la roca. Los
brazos le dolían horriblemente por la infección, pero resistió y escaló hasta
subir por completo. A partir de allí, recorrió la isla admirando el local, un
local de zapatos donde su mamá adoraba comprar. Pero la tienda estaba
destrozada, sucia, abandonada… Daba malas sensaciones, así que siguió
recorriendo la isla hasta que llegó al límite, donde siguió saltando de isla en
isla mientras contemplaba los locales y reconocía las calles incompletas.
Por fin estaba orientada, ya sabía hacia
donde estaba su casa, tan solo debía saltar a la siguiente isla, la más grande
de todas, que contenía varios edificios y casas, siguiendo una calle recta que
seguramente llevaba hasta donde quería. Se impulsó por última vez y saltó.
Cuando cayó en la isla gigantesca, sintió una terrible presencia, un ambiente
pesado y desagradable. Pero no iba a detenerse por ello, ya estaba acostumbrándose
a esas sensaciones.
Comenzó a recorrer la calle con cuidado,
vigilando sus lados, siendo intimidada por el mal estado de las edificaciones.
Sentía que la observaban desde cualquier ventana, y de que alguien la seguía
justo por detrás, acercando sus manos lentamente, pero ella sabía que no era
nada.
Una voz apareció en toda la isla—. Ya
estoy aquí… —se trataba de Miedo, ya había llegado al sueño. Lorena aumentó el
paso—, Ya no intentes escapar… —la isla comenzó a temblar, causando grietas por
todas partes. Lorena caminaba cada vez más rápido, viendo como todo se
tambaleaba. Finalmente vio su casa rústica al final del camino, un poco lejos
aún, separada en otra isla. Comenzó a correr, y Miedo la intimidaba a palabras,
mientras alteraba cada vez más el sueño. Los edificios comenzaron a derrumbarse a los alrededores de Lorena; ella
sentía como estaba a punto de ser aplastada por cada uno de ellos mientras más
caían por detrás. Las grietas dominaron toda la isla, que comenzó a destrozarse
desde un extremo y avanzando rápidamente hacia Lorena, volviendo polvo la isla.
Corrió con todas sus fuerzas, llorando por soportar el miedo y el dolor que
había dentro de ella. No quería ver el desastre que la perseguía, solo quería
ver al suelo hasta… Hasta que tuvo su casa frente a ella. Alzó el rostro, la
casa estaba en una pequeña isla a unos cuantos centímetros. Lorena vio atrás un
momento, y apreció como todo se desplomaba junto con la isla, a punto de
alcanzarla; así que saltó y cayó frente a la puerta de su casa, viendo como la
isla gigante se volvía pedazos y caía al vacio con un horrible estruendo.
Se sintió aliviada, pero la cosa aún no
terminaba. Se puso de pie y tomó la perilla de la puerta; abrió lentamente.
Tras el rechinido de la puerta, observó su casa un poco cambiada. Solo había un
pasillo oscuro con todas las habitaciones a los lados. Si su madre estaba en
casa, la encontraría en su habitación, ¿Cómo adivinar cuál de todas las puertas
que veía conduciría al cuarto de su madre?
—Si tú lo quieres, bienvenida… —Dijo
Miedo desde todas partes.
Lorena sintió de nuevo la infección
extenderse, y se retorció cayendo de rodillas, mientras el miedo ya recorría
sus piernas rápidamente llenando a la pequeña de horribles sentimientos y
dolor. “Se fuerte, se fuerte” Se repetía a ella misma, pero la infección ya
estaba tan grave que le costaba concentrarse y saber que lo que sentía no era
real. Tenía ganas de hacerse bolita en el suelo y llorar desesperadamente
esperando el final, pero su madre era su motivación, su salvación, su madre
podría ayudarla, su madre podría sacarla de esa horrible pesadilla… Así que
soportó el dolor y se puso de pie nuevamente sin poder evitar hacer muecas.
Comenzó su recorrido por el pasillo. Las
luces se alteraron, parpadearon constantemente y después estallaron; Lorena no
se detuvo, vio al suelo y continuó. Dos puertas a su lado se abrieron de golpe,
y de ella salieron dos juguetes móviles andando por el pasillo, un mini
triciclo con un bebé y un carro deportivo. Comenzaron a rodear a Lorena
mientras hacían escándalo con luces y sirenas. Lorena avanzó sin importar nada.
Se dio cuenta de que mientras más avanzaba más largo se volvía el pasillo, pues
ya no le veía el final. Todas las puertas comenzaron a azotarse
escandalosamente, y tras varios pasos más, emergieron varias voces de los
oscuros cuartos detrás de las puertas; había cientos de mormullos y gritos que
le hablaban a la pequeña, pero no se lograba entender nada. Comenzó a entrar en
pánico, la tensión aumentaba cada vez más; caminó lo más rápido que pudo,
siendo perseguida por cientos de miedos. El final aún no llegaba, el pasillo
seguía siendo eterno. De las paredes brotaron varias manos huesudas y carnosas
que intentaban atrapar a Lorena, pero ella las esquivaba y seguía huyendo
ignorando lo asqueroso que había en ello.
Una luz por fin apareció a lo lejos, era
el final del pasillo. Lorena siguió con el último aliento que le quedaba,
llorando y suplicando por no ser víctima de las pesadillas que corrían detrás
de ella a gritos y suspiros.
Justo cuando menos se lo esperaba, Miedo
apareció—. ¡Te atrapé! —Miedo saltó desde el techo, Lorena se arrojó al suelo y
logró esquivarlo. Se vieron fijamente, miedo estaba en cuatro patas, listo para
saltar hacia ella, soltó un horrible rugido extendiendo enormemente su
boca, Lorena se puso de pie
inmediatamente y comenzó a correr con Miedo persiguiéndola. Ya casi estaba en
la luz… Solo escuchaba los fuertes pasos de Miedo detrás, sintiendo que la
apresaría en cualquier momento. Logró distinguir una silueta en la luz al final
del camino, una silueta borrosa, era de una mujer… La infección se extendió
más, subió por el cuello y comenzó a cubrir su cara lentamente; Lorena sintió
como sus fuerzas desaparecían y se inmovilizaba cada vez más. Se esforzó,
caminó lo más rápido que pudo luchando por no caer al suelo y con la presencia
de Miedo a sus espaldas. Por fin distinguió la silueta que la esperaba, era de
una mujer que bien conocía y que ahora le extendía los brazos con cariño, era
su madre—. ¡Mamá! —gritó llena de desesperación. La madre solo extendió más los
brazos con una enorme sonrisa. Lorena estaba quedándose sin aliento, todo daba
vueltas, la infección ya la cubría por completo, saltando todas sus venas de
negro; dejó de sentir los pies, y una sombra negra rodeó toda su vista. Unos
cuantos pasos más serían decisivos, Miedo estaba por alcanzarla, solo tenía que
elevar sus enormes garras y pescarla, pero Lorena siguió como pudo, subió tres
pequeños escalones, y su madre ya estaba allí, dentro de la luz. Miedo saltó
hacía ella como un animal y con un último grito agudo, pero justo al momento Lorena
dio dos pasos más, y entró a la luz, cayendo en los brazos de su madre y
desapareciendo al fin de aquella horrible pesadilla. Supo que ya todo había
acabado.
Lorena abrió los ojos. Estaba cansada,
sudada, y asustada. Se encontraba acostada en su cómoda cama matrimonial;
cuando recuperó el sentido, se levantó de su postura y se quedó sentada en la
cama apreciando su habitación sencilla. Frente a ella había un espejo, donde se
admiró. Era ella, la Lorena real, la Lorena adulta de veinticinco años. Tocó su
rostro confirmando que era cierto, que ya estaba despierta, que su pesadilla ya
había terminado.
De repente, su atractivo esposo le habló
desde la puerta—. ¿Cariño? Hasta que despiertas, ¡Vamos! Estoy preparando el
desayuno —dijo con entusiasmo, y se fue.
Lorena suspiró, aliviada. Estiró un poco
su mano y alcanzó una libreta que estaba debajo de su buró, tomó una pluma y
abrió la libreta en la página donde continuaba el escrito. Antes de comenzar,
movió un poco el tirante de su blusa, y revisó su hombro, que tenía una
profunda herida oscura, babosa y con venas negras alrededor. Era la marca que
Miedo le había dejado de pequeña, y que aún no desaparecía. Comenzó a escribir
“He vuelto a soñar con él, no me deja, sigue apoderándose de mis sueños” Enseguida
comenzó a redactar todo lo que sucedió en su sueño a todo detalle; mientras que
detrás suyo, justo en la pared, Miedo se asomaba desplegando su baboso y amorfo
cuerpo y fijando sus temibles y huecos ojos en ella, siempre con esa sonrisa
macabra y colmilluda.
De todas formas, Lorena ya estaba
consciente de ello, incluso se había acostumbrado a su presencia. Algunos dicen
que lo único que se mantiene vivo con uno mismo durante toda la vida, es la
esperanza; pero lo que ella creía, lo que ella sabía, era que lo que en
realidad permanece contigo para siempre, en todo lugar y todo momento, es el
miedo.
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