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martes, 11 de octubre de 2016

Un ente invisible, pero presente.

La siguiente experiencia sucedió la madrugada del 16 de Junio de 2016, en la casa de Lorena, una joven estudiante de preparatoria que tuvo la desgracia de soportar una presencia paranormal y abrumadora en el momento menos esperado.

Para Lorena podría parecer una noche como cualquier otra. Estaba a punto de alistarse para ir a dormir, repetir la rutina nocturna: Ponerse su pijama, cepillarse los dientes, apagar las luces, y finalmente irse a la cama a pasar un rato con el celular antes de conciliar el sueño. Toda la familia ya estaba lista para dormir: Sus padres, su hermana menor, su hermana mayor con la que compartía habitación, e incluso sus dos perros, en la sala. Todos a excepción de ella.

Aquella noche pudo convertirse en algo terrorífico de un momento a otro. Desde su cuarto, pudo escuchar unos ruidos en el piso de arriba, exactamente en la cocina. Algunos trastes eran movidos, y por los golpes se entendía que se estaba maniobrando con ellos. No fue la única que se percató, su hermana Diana también pudo escucharlo, aunque ésta no le tomó mucha importancia. Lorena, un poco asustada, se asomó por la puerta de la recámara. Confirmó que todos se encontraban en sus habitaciones y solo vio a su perro más grande, un Gran Danés negro, asomándose y viéndola desde las escaleras. “¿Qué pasó Ringo?” le preguntó por su nombre. Pero repentinamente el perro se agitó y comenzó a azotar la puerta del baño, la cual estaba a un lado opuesto del inicio de las escaleras. Ringo insistía desesperadamente por abrir aquella puerta. Lorena intentó calmarlo caminando hasta él para abrir el baño de una buena vez. Ringo entró y comenzó a olfatearlo todo con descontrol, especialmente la zona de la regadera, para después llevar su nariz hasta la ventana que daba al exterior. En ese instante Lorena se dio cuenta de que la ventana no estaba tal como la dejaban siempre: cerrada; esta vez la ventana estaba medio abierta.

Lorena comenzaba a notar un ambiente de miedo e inquietud, sintiendo como si alguien, o más bien algo, hubiese entrado o salido por la ventana. Echó a su perro del baño, cerró la ventana y comenzó a cepillarse los dientes. Volvieron los ruidos extraños en la parte superior, así que cuando terminó salió corriendo, apagó la luz del corredor y se encerró en su cuarto.

Se acostó a dormir siendo apoderada por el ambiente pesado que comenzaba a inyectarle terror. Era obvio que había algo allí, una presencia que podía sentirse fuertemente, y que no parecía nada agradable. Diana ya estaba dormida, Lorena solo optó por acostarse en su cama e intentar calmarse.

Lamentablemente el suceso no terminó ahí. Varios pasos aparecieron en el corredor de fuera. Eran pasos lentos, fuertes, e imponentes. Algo muy grande estaba caminando allí fuera de la habitación. Ese algo comenzó a subir las escaleras, lo supo porque sus pisadas eran imposibles de ignorar. Aún más asustada se cubrió con las sábanas y soportó el terror, sintiéndose mortificada por aquella presencia que rondaba su casa.
Unos minutos después, volvieron a escucharse los ruidos en la cocina. Los trastes eran movidos y azotados, se escuchaban rechinidos y uno que otro ruido confuso. A Lorena le extrañó que sus perros ya no estuvieran agitados, no se escuchaba ni un quejido de ellos.

Después de unos momentos de estar soportando los ruidos, aquel escándalo cesó. El sonido de la cocina había parado, pero enseguida Lorena sintió que sus piernas perdían movilidad, ya no las sentía. Se paralizó por el miedo, y notó una mala presencia con ella. Un ente fuerte, terrorífico, que provocaba un gran terror. Se dio cuenta de que ya no podía moverse, todo su cuerpo estaba quieto, inmóvil; comenzó a fallarle la respiración, le costaba tomar aire, aquel ente retumbó con gran fuerza cubriendo sus oídos con un molesto pitido, y dominó su cabeza con una presión horrible. Algo la cubría por completo, algo la dominaba, pero ella no podía hacer nada al respecto.
Hasta que de pronto, todo se detuvo. Una nueva presencia apareció, una más fuerte que logró transmitir a Lorena una gran tranquilidad, demasiada para soportar y olvidar aquel ente malvado. El sueño la atrapó rápidamente y quedó dormida gracias a aquel círculo de tranquilidad repentino, como si el sueño hubiese sido su salida a un ataque que pudo haber terminado de una forma espantosa.

Al amanecer, la casa ya estaba tranquila, todo iba con normalidad, y Lorena ya se sentía segura, aunque aún con la sensación del miedo que le provocó el suceso. Fuera de eso, todo estaba bien. Quería pensar que ya no había nada malo en casa que pudiera volverla a atacar a ella o a su familia, porque, ¿Quién podría dormir sabiendo que hay un ente desconocido e invisible acechándonos por la noche?



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